¿SOY UN CAIDO DEL PALTO?
Yo, tú, él, nosotros, "somos unos caídos del palto", los ingenuos, para los pertenecientes al reino de este mundo. No así, para los pertenecientes al Reino de los Cielos, de Cristo, de Dios. Ya lo anticipaba Isaías diciendo: Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, son mis caminos -oráculo de Yahveh-. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros" (ls 55,8-9). Sin embargo, en el reino de este mundo, campea el demonio, mediante personas concretas malas, con pensamientos, proyectos y obras contrarias a las de Dios. Aquí los primeros serán los primeros, y los últimos, serán últimos". En este mundo, gobernarán los "vivos", los "criollazos", los que "Ia saben hacer". San Pablo los caracteriza como "estúpidos idólatras, homosexuales, lesbianas, llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, envidiosos, homicidas, pleitistas, mentirosos, llenos de malignidad, chismosos, detractores, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes, insensatos desleales, desamorados, despiadados... (Rm 1,18-32). En cambio las pertenecientes al Reino de Cristo, "Los primeros serán los últimos, y los últimos, los primeros". 'La autoridad será servicio", y según San Pablo ellos serán, "los llenos de amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí... los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias" (Gal 5,22-24). Sin embargo la razón de la presencia de Cristo en este mundo es para llevarlos al Reino de Dios y hacerlos herederos de su Reino Celestial. Por eso, su obra redentora está realizada aquí y no en las nubes, ni en otros planetas... Cristo no viene a discriminar, a separar, a juzgar, a condenar, sino a unir, a unificar, a perdonar y a salvar. En una palabra, a convertir la mente y el corazón para sembrar en las interioridades profundas de los hombres el Reino de Dios. Aquí, pues empieza este Reino, se desarrolla, se capacita para llegar a su plenitud en Dios después de la muerte. ¡REFLEXIONALO!
Yo, tú, él, nosotros, "somos unos caídos del palto", los ingenuos, para los pertenecientes al reino de este mundo. No así, para los pertenecientes al Reino de los Cielos, de Cristo, de Dios. Ya lo anticipaba Isaías diciendo: Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, son mis caminos -oráculo de Yahveh-. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros" (ls 55,8-9). Sin embargo, en el reino de este mundo, campea el demonio, mediante personas concretas malas, con pensamientos, proyectos y obras contrarias a las de Dios. Aquí los primeros serán los primeros, y los últimos, serán últimos". En este mundo, gobernarán los "vivos", los "criollazos", los que "Ia saben hacer". San Pablo los caracteriza como "estúpidos idólatras, homosexuales, lesbianas, llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, envidiosos, homicidas, pleitistas, mentirosos, llenos de malignidad, chismosos, detractores, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes, insensatos desleales, desamorados, despiadados... (Rm 1,18-32). En cambio las pertenecientes al Reino de Cristo, "Los primeros serán los últimos, y los últimos, los primeros". 'La autoridad será servicio", y según San Pablo ellos serán, "los llenos de amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí... los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias" (Gal 5,22-24). Sin embargo la razón de la presencia de Cristo en este mundo es para llevarlos al Reino de Dios y hacerlos herederos de su Reino Celestial. Por eso, su obra redentora está realizada aquí y no en las nubes, ni en otros planetas... Cristo no viene a discriminar, a separar, a juzgar, a condenar, sino a unir, a unificar, a perdonar y a salvar. En una palabra, a convertir la mente y el corazón para sembrar en las interioridades profundas de los hombres el Reino de Dios. Aquí, pues empieza este Reino, se desarrolla, se capacita para llegar a su plenitud en Dios después de la muerte. ¡REFLEXIONALO!
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