VIVIMOS DE ESPALDAS A LA VIDA

Solo alguna vez se llena el alma con el encanto de un atardecer. Alguna vez, he reverdecido la paz interior con la luz de un brillante lucero. Acaso se ha esponjado el alma contemplando la marcha del mundo y de los hombres que, al fin, producen cosas y trabajan inventos que regalan a los siglos. Cada una de las cosas halladas, y legadas a las generaciones que vinieron después, encierran un nuevo encanto que debería animarnos a vivir. Sobre todo ello, el Creador nos ha dotado de facultades prodigiosas. Es hermosa la búsqueda leal de la verdad, para la que ha sido creada la inteligencia humana. No somos piedras del camino: quiso Dios que papáramos la belleza y la midiéramos, reproduciéndola en mil variadas formas. Y nos hizo capaces de amar. Lo que sucede es que muchos ignoran esta fuerza del amor. Se han condenado ha si mismos a una vida triste. A fuerza de ser egoístas, hemos perdido alegría. Para los que no quieran perderla, hay paisajes y horizontes, luces y colores, armonías y hermosuras, campo y mar, tierra y cielo. Y hay trabajo jugoso de las propias facultades, el latido hirviente del propio corazón. Verdad, belleza y amor. Alegría

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