Fundado 24-04-1904 Lima, 01-06-2008 / Año104 - Nº5407- 4,000 ejemplares

EDIFICAR SOBRE ROCA
Mateo 7, 21-27

1.
Hoy Jesús nos señala una condición indispensable para entrar en el Reino de Dios: cumplir la voluntad del Padre. Éste es el aval de pertenencia por el que Dios nos reconocerá como hijos suyos y discípulos de Cristo. No es suficiente confesar a Jesús, tan sólo de palabra, como Hijo de Dios y Señor glorioso, resucitado de ente los muertos. Queda, pues, descalificada una fe que se agotara en palabrería. Sólo mediante el cumplimiento de la voluntad de Dios nuestra fidelidad será mayor que la de los escribas y fariseos.

2. Para ilustrar gráficamente la necesidad de una fe práctica se vale Jesús de la imagen de las dos casas, construida una sobre roca, y otra sobre arena. El hombre sabio que cumple la palabra escuchada; es el verdadero discípulo, que cimienta su casa sobre fundamentos sólidos. En cambio, el falso discípulo que oye la palabra de Cristo, pero no la práctica, es el necio que edifica sobre arena. Cuando llega el momento de la prueba, el final de ambos es lógicamente muy diferente. El primero sigue en pie, supera la prueba y entra en el reino; el segundo se derrumba y queda excluido.

3. ¿Y cómo conocer la voluntad del Padre para cumplirla? Siempre es iluminador un repaso a la vida y doctrina de Jesús. Él fue el primero en realizar la voluntad de Dios, hasta el punto de afirmar: "Mi alimento es hacer la voluntad del Padre que me ha enviado"; o bien: "Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya" Por tanto, siguiendo a Cristo acertaremos.

4. Si queremos conocer a fondo y cumplir fielmente la voluntad del Padre, hemos de meditar y orar la Palabra de Cristo hasta hacerla eje y centro de nuestra vida cristiana, núcleo central de nuestra estructura personal; y no un mero añadido de suplemento dominical. Cristo Jesús es el modelo de esta escucha y práctica, el gran servidor del Padre y del hombre, el cumplidor fiel de la voluntad divina. Como él, nosotros sus discípulos hemos de ser personas de oración, que es más que la súplica vocal, para convertirla en vida de comunión con Dios. Ésta se derramará luego sobre nuestra existencia personal, familiar, el trabajo, la realidad comunitaria y social en que vivimos; sin crear divorcio entre la fe y la vida.

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