Lima, 28-09-2008 / Año 104 - Nº 5424

EL AMOR VENCE AL ODIO
Benedicto XVI
Para salvarnos el Hijo de Dios tuvo que sufrir y morir crucificado, no se trata de un designio cruel del Padre celestial. La causa es la gravedad de la enfermedad de la que debía curarnos: una enfermedad tan grave y mortal que exigía toda su sangre. Con su muerte y su resurrección, Jesús derrotó el pecado y la muerte, restableciendo el señorío de Dios. Pero la lucha no ha terminado: el mal existe y resiste en toda generación y, como sabemos, también en nuestros días. ¿Acaso los horrores de la guerra, la violencia contra los inocentes, la miseria y la injusticia que se abaten contra los débiles, no son la oposición del mal al reino de Dios? Y ¿Cómo responder a tanta maldad si no es con la fuerza desarmada y desarmante del amor que vence al odio, de la vida que no teme a la muerte? Es la misma fuerza misteriosa que utilizó Jesús, a costa de ser incomprendido y abandonado por muchos de los suyos.
UN NUEVO AMANECER
¡Qué bendición! Toda la creación saluda y acoge al nuevo amanecer. Haz lo mismo tú también. iDespierta a la vida con fe, entusiasmo y alegría! Este nuevo día es una nueva dádiva de Dios para ti. Valora este regalo, alimentando sueños y actitudes positivas, generadoras de vida, generadoras de amor. Antes de decir o hacer cualquier cosa, recuerda que tu bondad hace bien a los otros, y mucho más a ti mismo.
¡ESTAMOS CREADOS PARA LA ALEGRIA!
Como la flor y el fruto presuponen la rama, así la alegría presupone el amor. Santo Tomás de Aquino dice que la alegría no es una virtud distinta del amor. La Alegría es la mejor flor del amor. Es el amor sin ningún bacilo de egoísmo. Dime cómo amas y te diré cómo es tu alegría. ¿Me dices que amas y que no eres alegre? ¡Señal inequívoca de que tu amor es egoísta! Hay jóvenes que saborean el placer injusto y dicen a los demás. "Somos alegres". Pero su rostro refleja honda y profunda tristeza. El desorden moral nunca engendra alegría, aunque produzca placer. Estarnos creados y hechos para la alegría por ser personas inteligentes, humanas y cristianas. Por lo mismo, la alegría es nuestro deber diario.

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