Lima, 14-12-2008 / Año 104 - Nº 5435

EL LAICADO CATOLICO
Benedicto XVI
Hablar del laicado católico significa referirse a innumerables personas bautizadas, comprometidas en múltiples y diferentes situaciones para crecer como discípulos y testigos del Señor y redescubrir y experimentar la belleza de la verdad y la alegría de ser cristianos. La actual condición cultural y social hace aún más urgente esta acción apostólica para compartir en plenitud el tesoro de gracia y santidad, de caridad, doctrina, cultura y obras, que implica el influjo de la tradición católica. Las nuevas generaciones no sólo son destinatarias preferenciales de esta transmisión y comunión, sino también sujetos que esperan en su corazón propuestas de verdad y de felicidad para poder dar testimonio cristiano de ellas. Yo mismo fui nuevamente testigo de ello en Sydney, en la reciente Jornada Mundial de la Juventud.
OPTAR POR EL AMOR
Cuando despertamos y abrimos los ojos a la vida, tenemos que tomar una decisión: optar por el amor y disfrutamos de un día feliz, o nos decidimos por ser indiferentes al amor, y nuestro día será vacío y sin razón por estar sin las delicias del amor. Decidir por la indiferencia no es inteligente. Genera alienación y pérdida de los sueños y del placer de vivir. Optar por el amor demuestra sabiduría y gusto por la vida. En cualquier situación de la vida, el amor es soberano. En las horas de dolor, es curativo; en las horas de bienestar, es celebración. ¡Es por amor que tú existes! iEs por amor que lloras! iEs por amor que sonríes! Permite que, el día de hoy, sea el amor el centro de tus atenciones. Apuesto a que mañana no conseguirás abandonarlo, y no seguirás adelante sin él. El amor es la poesía, la gustosa melodía de la vida.
EL SALUDO DE DlOS A LA HUMANIDAD
La alegría va en la entraña más profunda del sentido cristiano de la vida. "Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo" "Les comunico una gran alegría: les ha nacido un Redentor" "Que en ustedes esté mi alegría, y la alegría de ustedes sea perfecta" Son los primeros saludos de Dios a la humanidad: el primero, a la que iba a ser Madre de Jesús, en la Encarnación; el segundo, a todos los que iban a ser redimidos, el tercero, a todos los que creen en Cristo.

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