Lima, 21-12-2008 / Año 104 - Nº 5436

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
En este último domingo de Adviento, tenemos la figura de María como modelo de espera. En vísperas de la llegada del Emmanuel, ella es signo y expresión de la espera de la Iglesia. Es ella, la Virgen Madre, la que recibe al Salvador y la que lo muestra al mundo, la que se siente redimida por su Hijo, y la que llama a todos los hermanos de Cristo a participar de los dones de Salvación.
PRIMERA LECTURA: 2 Samuel 7, 1-5.8b-12.14a. 16
EL REINO DE DAVID DURARA POR SIEMPRE EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR

Lo que vamos a escuchar es una profecía que anuncia a Jesús, el Hijo de David según la carne. Jesús de Nazaret es el descendiente de David; se cumplió la promesa de Dios: el Reino de David subsistirá por siempre ante el Señor.
SALMO: 88, 2-3.4-5.27 y 29
Respondemos:
"Cantaré eternamente tus misericordias, Señor"
SEGUNDA LECTURA: Romanos 16, 25 - 27
EL MISTERIO, MANTENIDO EN SECRETO DURANTE SIGLOS, AHORA SE HA MANIFESTADO
Esta lectura es un himno de alabanza a Dios y un acto de fe en Jesucristo. La misericordia de Dios amanece sobre la humanidad. El amor del Padre se hace realidad en la persona de Cristo, nuestro Salvador.
EVANGELIO: Lucas 1, 26- 38
CONCEBIRAS EN TU VIENTRE Y DARAS A LUZ UN HIJO
Al sentido inmediato del mensaje del ángel anunciando a María su maravillosa maternidad, se superpone la alegría de ver realizada toda la esperanza judía. Con este mensaje se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento: Jesús hereda el trono de David, su Padre; es el Santo, el Hijo de Dios.
LA CORONA DE ADVIENTO
Cuarto domingo de Adviento
Inicio:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Invitación: Llegamos al final de Adviento, en nuestro calendario, pero la actitud de espera en la segunda venida de Jesús no concluye, el proceso de nuestra vida tiende a ese encuentro definitivo con Cristo lleno de gloria y poder. Dejemos que nuestra esperanza trascienda el tiempo y se mantenga en tensión hacia la última venida de Cristo... Ahora encenderemos los cuatro cirios de la corona de Adviento (breve silencio, mientras se encienden los cirios).
Todos: Dios Padre bondadoso, gracias por darnos a María como modelo de fe, que confía plenamente en tu Palabra. Que como ella nos dejemos conducir por el Espíritu, para llevar a Cristo a los demás; seamos portadores del gozo de Dios. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Padre nuestro...; Dios te salve María...; Gloria.
DON BOSCO SACERDOTE
El clérigo Bosco removió un segundo obstáculo, que lo distraía de su fin: la pasión por el juego. Se refiere en particular al de cartas: "Fijaba tanto la mente en el juego, que después por un tiempo no podía ni rezar ni estudiar, pues tenía la mente y la imaginación siempre atormentada. Formulé, pues, la resolución de no tomar parte tampoco en este juego, como había renunciado ya a otros"

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