Lima, 04-01-2009 / Año 105 - Nº 5438

LOS DERECHOS HUMANOS
Benedicto XVI
Hace sesenta años, la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en París, adoptó la Declaración universal de los derechos humanos, que constituye aún hoy un altísimo punto de referencia del diálogo intercultural sobre la libertad y los derechos humanos. La dignidad de todo hombre solamente queda garantizada cuando todos sus derechos fundamentales son reconocidos, tutelados y promovidos. Desde siempre, la iglesia reafirma que los derechos fundamentales, más allá de la diferente formulación y del distinto peso que pueden revestirse en el ámbito de las diversas culturas, son un dato universal, porque está inscrito en la naturaleza misma del hombre. La ley natural, escrita por Dios en la conciencia humana, es un común denominador a todos los hombres y a todos los pueblos; es una guía universal que todos pueden conocer. Sobre esa base todos pueden entenderse. Por tanto, en última instancia, los derechos humanos están fundados en Dios creador, el cual dio a cada uno la inteligencia y la libertad. Si se prescinde de esta sólida base ética, los derechos humanos son frágiles porque carecen de fundamento sólido.

PAGINA EN BLANCO
La vida es semejante a un libro que se va escribiendo de a poquitos. Cada día es una página en blanco, en la que escribes tu historia. Y el encanto de este libro, llamado vida, está en el amor que tú aplicas en cada línea redactada, en cada acontecimiento vivido con determinación, ternura y simplicidad. ¡Quien produce el texto eres tú! ¡Escribe! ¡Escribe lo que tú más quieras! No te olvides, sin embargo, de tener en el amor a tu personaje principal. Es el amor que Dios, con maternal cariño, te presenta y te confía cada nuevo día, como una página en blanco a ser escrita por ti. ¡Escribe siempre cosas bonitas y alegres, que lleven al placer de vivir!
LA FELICIDAD NO ESTA AFUERA
Cuando buscas habitualmente la paz y la felicidad fuera de ti, te colocas fuera de la realidad, porque la fuente principal de tu alegría se halla en ti, en tu interior. Por supuesto que la actitud de los que te rodean aumentará o disminuirá tu alegría. Por supuesto que el amor incondicional de una o varias personas contribuirá a tu desarrollo personal y a tu felicidad, e incluso te resultará necesario en ciertas etapas de la vida. Pero el manantial fundamental de tu felicidad lo encontrarás en tu propio ser. Sólo hace falta que lo descubras y aprendas a servirte de él.

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