"LA SOLIDARIDAD Y LA RESPONSABILIDAD, NECESARIAS PARA SUPERAR LA CRISIS" Discu
rso del Papa a sindicalistas católicos
En el pleno respeto de la legítima autonomía de toda institución, la Iglesia, experta en humanidad, no se cansa de ofrecer la contribución de su enseñanza y de su experiencia a aquellos que pretenden servir a la causa del hombre, del trabajo y del progreso, de la justicia social y de la paz. Su atención a las problemáticas sociales ha crecido a lo largo del último siglo.
Un elemento que vuelve frecuentemente en el magisterio de los Papas del siglo XX, es el llamamiento a la solidaridad y a la responsabilidad.
Para superar la crisis económica y social que estamos viviendo, sabemos que es necesario un esfuerzo libre y responsable por parte de todos; es decir, es necesario superar los intereses particulares y de sector, para afrontar juntos y unidos las dificultades que atraviesan todos los ámbitos de la sociedad, y especialmente el mundo del trabajo. La llamada a una colaboración encuentra significativas referencias también en la Biblia. Por ejemplo, en el libro del Qohelet leemos: "Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero si ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante" (4, 9-10). Auguro por tanto que de la actual crisis mundial brote la voluntad común de dar vida a una nueva cultura de la solidaridad y de la participación responsable, condiciones indispensables para construir juntos el futuro de nuestro planeta.
CONSIDERA
R LA VIDA COMO UN DON
Con frecuencia la vida es considerada como un producto de la capacidad y del poder del hombre, más que como un don de Dios. Esta mentalidad puramente productiva induce fácilmente a una sutil discriminación respecto de las vidas no deseadas, incómodas o improductivas: niños no nacidos, ancianos, discapacitados físicos o mentales, vidas defectuosas. Considerar la vida como un don lleva a vivirla en actitud de gratitud, de alabanza y de profunda alegría, a comprometernos a cuidarla y amarla, tratando de desarrollar todas sus virtualidades positivas.
ELDIOS DE L
A ALEGRIA Y DE LA DANZA
Hay en el cielo desbordamiento de alegría. Hay un Dios que se sonríe eternamente y que es la fuente inagotable de todo gozo. Hay fiesta de bodas y banquetes, y todos los invitados están felices. Creo en Dios-plenitud, capaz de dar respuesta a todas mis insatisfacciones. Creo en Dios-luz, que puede iluminar todas mis noches. Creo en Dios-amor, que da descanso a mi alma inquieta. "Sirvamos al Señor con santa alegría, entremos en su presencia con cantos." (Salmo 99)
En el pleno respeto de la legítima autonomía de toda institución, la Iglesia, experta en humanidad, no se cansa de ofrecer la contribución de su enseñanza y de su experiencia a aquellos que pretenden servir a la causa del hombre, del trabajo y del progreso, de la justicia social y de la paz. Su atención a las problemáticas sociales ha crecido a lo largo del último siglo.
Un elemento que vuelve frecuentemente en el magisterio de los Papas del siglo XX, es el llamamiento a la solidaridad y a la responsabilidad.
Para superar la crisis económica y social que estamos viviendo, sabemos que es necesario un esfuerzo libre y responsable por parte de todos; es decir, es necesario superar los intereses particulares y de sector, para afrontar juntos y unidos las dificultades que atraviesan todos los ámbitos de la sociedad, y especialmente el mundo del trabajo. La llamada a una colaboración encuentra significativas referencias también en la Biblia. Por ejemplo, en el libro del Qohelet leemos: "Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero si ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien lo levante" (4, 9-10). Auguro por tanto que de la actual crisis mundial brote la voluntad común de dar vida a una nueva cultura de la solidaridad y de la participación responsable, condiciones indispensables para construir juntos el futuro de nuestro planeta.
CONSIDERA
Con frecuencia la vida es considerada como un producto de la capacidad y del poder del hombre, más que como un don de Dios. Esta mentalidad puramente productiva induce fácilmente a una sutil discriminación respecto de las vidas no deseadas, incómodas o improductivas: niños no nacidos, ancianos, discapacitados físicos o mentales, vidas defectuosas. Considerar la vida como un don lleva a vivirla en actitud de gratitud, de alabanza y de profunda alegría, a comprometernos a cuidarla y amarla, tratando de desarrollar todas sus virtualidades positivas.
ELDIOS DE L
Hay en el cielo desbordamiento de alegría. Hay un Dios que se sonríe eternamente y que es la fuente inagotable de todo gozo. Hay fiesta de bodas y banquetes, y todos los invitados están felices. Creo en Dios-plenitud, capaz de dar respuesta a todas mis insatisfacciones. Creo en Dios-luz, que puede iluminar todas mis noches. Creo en Dios-amor, que da descanso a mi alma inquieta. "Sirvamos al Señor con santa alegría, entremos en su presencia con cantos." (Salmo 99)
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