Lima, 05-04-2009 / Año 105 - Nº 5451

VIERNES SANTO
Hoy se celebra la gloriosa pasión de Jesús, su muerte victoriosa. Destaca como símbolo de la salvación, la cruz del Señor. En la Iiturgia, el leño del calvario no es sólo un suplicio, sino sobre todo la cruz exaltada. En este día se nos muestra el amor del Padre entregando al Hijo y la victoria de Jesús sobre la muerte. La cruz es la revelación de nuestro destino: el triunfo de Cristo es la victoria de todos. En Jesús, Dios nos promete la superación del vado de la muerte. El futuro del hombre está lleno de luz. La fe en la cruz es el fundamento de la esperanza.
PRIMERA LECTURA: Isaías 52, 13-53, 12
EL FUE TRASPASADO POR NUESTRAS REBELDIAS
El profeta Isaías nos presenta de manera espantosa los sufrimientos del Siervo de Dios. Esto fue lo mismo que aconteció con Jesús, en los días de su vida mortal. Sin embargo, el aparente fracaso y afrenta hallan su sentido en la frase inicial de la lectura: Miren, mi siervo tendrá éxito.
Salmo responsorial: 30
Respondemos: Padre, en tus manos encomiendo mí espíritu.
SEGUNDA LECTURA: Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
APRENDIO A OBEDECER Y SE HA CONVERTIDO PARA TODOS EN AUTOR DE SALVACION
Jesús se ofrece a la pasión. El Padre escucha su oración angustiada. Pero no librándole de la muerte, sino comunicándole la fuerza de aceptar y obedecer. Así "consuma" Jesús una vida que no fue sino hacer la voluntad del que le envió, ser-de-Dios-para-los hombres.
EVANGELIO: Juan 18, 1-19, 42
PRENDIERON A JESUS Y LO ATARON
Jesús se convierte en el modelo de cuantos creen en Él: "He aquí el hombre", "He aquí su Rey". Así gana para nosotros la vida y el Espíritu vivificante que nos entrega.
ADORACION DE LA CRUZ
C.
Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo.
R. Venid a adorarlo.
Es un momento de contemplación, de abrazo de adoración. El beso con que vamos a acoger la cruz tiene que significar, en primer lugar, recuerdo agradecido de lo que desde ahí se nos ha dado. Además, ha de significar un renovado compromiso de fe. Hemos visto a María al pie de la cruz, firme y creyente. Ese es nuestro lugar.

¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho?
¿En qué te he ofendido? ¡Respóndeme!
Yo te saqué de Egipto; tú preparaste una cruz a tu Salvador.
Santo Dios. Santo Fuerte. Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros.
Yo te guié cuarenta años por el desierto, te alimenté con el maná, y te introduje en tierra excelente; tú preparaste una cruz a tu Salvador.
¿Que más pude hacer por ti? Yo te planté como una viña mía, escogida y hermosa
¡Qué amarga te has vuelto conmigo!
Para mi sed me diste vinagre, con la lanza traspasaste el costado a tu Salvador.
Yo te guiaba con una columna de nubes; tú me guiaste al pretorio de Pilatos.
Yo te sustenté con maná en el desierto; tú me abofeteaste y me azotaste.
Yo te di a beber el agua salvadora, que brotó de la peña; tú me diste a beber vinagre y hiel.
Por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos; ¡y tú me azotaste y me entregaste!
Yo abrí el mar delante de ti; tú con la lanza abriste mi costado.
Por ti herí a los reyes cananeos; tú me heriste la cabeza con la caña.
Yo te di el cetro real; tú me pusiste una corona de espinas.
Yo te levanté con gran poder; tú me colgaste del patíbulo de la cruz.
EL VALOR DE LA SANGRE DE CRISTO
De las Catequesis de San Juan Crisóstomo
¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, y le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva. Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

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