Lima, 24-05-2009 / Año 105 - Nº 5458

¡HE AHI A TU HIJO! ¡HE AHI A TU MADRE!
Padre Pascual Chávez, Rector Mayor de los Salesianos
Nuestro tiempo aparece complejo, lleno de sufrimientos. Pero, ¿cuándo los tiempos han sido fáciles? Podemos decir, antes bien, que los tiempos difíciles son los tiempos de María, mujer fuerte, de fe templada, madre solícita y guía impetuosa.
La encarnación de Jesús en el seno de María señala la "plenitud de los tiempos", el punto culminante de la salvación. De esta salvación María es, junto a Jesús, primicia y primera colaboradora. La plenitud de los tiempos no está para indicar el grado de maduración humana o espiritual de la humanidad o para indicar su decadencia; sino simplemente para indicar el querer de Dios. Hoy, nuestra situación no es tan diversa de aquella de hace dos mil años, y hoy como ayer Dios continúa amando al mundo y enviando a su Hijo, que -sin embargo- tiene necesidad de personas que como María lo acojan, lo encarnen y lo den a la humanidad .
En esta delicada tarea no estamos solos. Tenemos la Madre y la Maestra. En efecto, de lo alto de la cruz descendieron las palabras de Jesús: "¡Ahí tienes a tu hijo!" "¡Ahí tienes a tu madre!" (Jn 19, 26-27).
La Iglesia nace del sacrificio de Cristo y súbitamente recibe con Él a quien la acompaña en su largo camino en medio de los hombres. María será Madre y Maestra, y Auxiliadora de la Iglesia hasta el fin de la historia.
Esta es la misma experiencia vital y la convicción de fe de nuestro padre Don Bosco. En el 1871, durante los ejercicios espirituales en Lanzo, Don Bosco dice a los suyos: "Sólo en el cielo podremos, estupefactos, conocer eso que ha hecho María Santísima por nosotros..., y le agradeceremos por todos los siglos eternos". Son palabras suyas, que explican bien el espacio, verdaderamente extraordinario, que María ha ocupado en la historia de la humanidad, en la vida de la Iglesia y no menos en el caso de la Familia.
EL SUEÑO DE LAS DOS COLUMNAS
En el sueño de las dos columnas, la gran barca, que tiene por timonel al Papa, surca los mares en plena tempestad, es asaltada y fieramente combatida, pero logra atracarse entre dos altísimas columnas sobre las cuales están, respectivamente, la Hostia Eucarística y la estatua de la Inmaculada con la escritura Auxilio de los cristianos. Prontamente cesan los ataques y sucede una gran calma. La barca es -desde inicios del cristianismo- imagen de la Iglesia. Y bien, para Don Bosco no cabe dudad: la Eucaristía y María Auxiliadora son las dos grandes devociones que sostienen la Iglesia en su misión y la defienden de los peligros. A Don Cagliero, apenas partido para la Argentina con los primeros misioneros, Don Bosco escribía: “Hagan lo que puedan. Dios hará aquello que no podemos hacer nosotros. Confíen toda cosa a Jesucristo Sacramentado y a María Auxiliadora y verán qué cosa son los milagros”
También este sueño tiene una valencia eclesial de perenne actualidad. En sucesión, Cristo Resucitado, presente en la Eucaristía; María elevada a la Gloria y a Él asociada en la obra de la salvación; y el Papa, pastor y centro visible de unidad en la fe, son los puntos de referencia para toda la Iglesia de todos los tiempos. Los son para la educación de los jóvenes en la fe. Los son para una vida espiritual viva. Lo son para la eficacia de la nueva evangelización.

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