Lima, 13-09-2009 / Año 105 - Nº 5474

"CARITAS IN VERITATE" ("La caridad en la verdad")
Benedicto XVI
Desde muchas partes se apela al hecho de que los derechos presuponen deberes correspondientes, sin los cuales los derechos corren el riesgo de transformarse en arbitrariedad. Se repite cada vez más que toda la humanidad debe adoptar un estilo de vida diferente, en el que los deberes de cada uno respecto al medio ambiente vayan unidos a los deberes relativos a la persona considerada en sí mismo y en relación con los demás. La humanidad es una sola familia y el diálogo fecundo entre fe y razón no puede menos de enriquecerla, haciendo más eficaz la obra de la caridad en lo social y constituyendo el marco apropiado para incentivar la colaboración entre creyente y no creyentes, en la perspectiva compartida de trabajar por la justicia y la paz en el mundo. Como criterios guías para esta interacción fraterna, en la encíclica indico los principios de subsidiaridad y solidaridad, en estrecha conexión entre si. Por último, ante los problemas tan vastos y profundos del mundo de hoy, he señalado la necesidad de una Autoridad política mundial regulada por el derecho, que se atenga a los mencionados principio de subsidiaridad y solidaridad y que esté firmemente orientado a la realización del bien común, en el respeto de las grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad.
EL ARTE DE LA SONRISA
La manifestación más patente y clarificadora de la alegría aparece en la sonrisa que ofrecemos en las relaciones humanas y en la comunicación. Tiene un alto valor en nuestra manera de pensar y de vivir, clarifica nuestro interior y abre con facilidad la comunicación y el diálogo. Y es la expresión más sincera de nuestro optimismo y de nuestra alegría de vivir. "Si yo tuviera que pedir un don, un solo don, pediría y creo que sin dudarlo, que me fuera concedido el supremo arte del sonreír. Es, a mi juicio, la cumbre de las expresiones humanas. Sé que hay sonrisas mentirosas, irónicas, despectivas... Pero más bien estoy hablando de aquellas que brotan de un alma iluminada, de aquellas que son como el fulgor de un relámpago en plena noche, de aquellas que, milagrosamente, vemos surgir de la cara de un bebé de ocho meses y que algunas personas -¡muy pocas!- consiguen conservara lo largo de toda su vida".
Martín Descalzo, José Luis
TIERRA FECUNDA
¡Qué bueno que al despertar y al sentir el latir de tu corazón, te recordaste de agradecer a Dios por el nuevo amanecer, por la vida que, una vez más, despertó en tí! Agradecer es despojarse de la propia autosuficiencia y reconocerse dependiente de favores, atenciones y cariño. Es tan maravilloso agradecer, por la fertilidad de la tierra, por la lluvia recibida... Con la misma humildad, con la misma simplicidad que la tierra agradece con el florecer de los campos y la gestación de las semillas, tú puedes decir: ¡Gracias, Dios mío, por la vida! Algunos intentan engañarse con la ilusión de que no necesitan de Dios ni de nadie... ¡Y tú lo necesitas! Si dependes tanto de Dios y de las personas, está claro que el cultivo de la gratitud ¡es un deber incondicional! Celebra a Dios, porque Él es bueno, eterno en su amor (cfr. Sal 153,1)

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