Lima, 31-01-2010 / Año 106 - Nº 5494

POR UN MUNDO NUEVO
Benedicto XVI, es el defensor más apasionado y convencido de un renovado encuentro con Dios para mejorar la vida en la tierra y en los hogares, ante todo invita a dar los pasos razonables hacia un Dios no genérico, sino que se ha encarnado en Jesucristo. La evangelización, pasa a través de la experiencia de la caridad. El Papa ha señalado, en su magisterio y con todo tipo de interlocutores la necesidad, fundada en la razón, de que el encuentro de la sociedad contemporánea con Dios sea actual, un eje decisivo también para un futuro significativo de la humanidad. Razonar sobre Dios hace que el hombre sea más cauto, lo libera de la ira y de la voluntad de dominio, porque mide su grandeza pero también su límite. Y este sentido del límite beneficia a los científicos, a los políticos y a los eclesiásticos, como recuerda el Papa continuamente a sí mismo y a todos. De la misma manera repite con numerosas formulaciones un concepto básico: ser cristiano es vivir como familiares de Dios. La familiaridad con Dios es un don abierto a todos. Y Dios -por lo menos el que muestra Jesús, es decir, el que invoca en la oración del Padre nuestro- no debe ser enarbolado contra nadie: estar con Dios no se puede reducir a servirse de Dios.
LAS DIMENSIONES DE LA VIDA HUMANA: LA DIMENSION ESPIRITUAL
El ser humano, además de tener un cuerpo, una inteligencia y un corazón, tiene también un alma un espíritu que le hace ser superior a los demás seres de la naturaleza. La dimensión espiritual del ser humano está dentro de nosotros, jamás nos abandona; pero hay que buscarla confiadamente, sin prejuicios. Espiritual es un adjetivo que a muchos repele, ya que lo relacionan inmediatamente con religión o con Dios. La dimensión espiritual no es exclusiva de los creyentes, es algo que está dentro de todos los seres humanos. Es la que conduce a la persona a buscar un sentido interior, la lleva hacia la inteligencia y hacia el perfeccionamiento de la conciencia. La carencia de la dimensión espiritual está estrechamente relacionada con el creciente nivel de bienestar. “La enfermedad de Occidente es la de la abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual”. (Enrique Rojas). Las cada vez mayores ansias por lo material han movido a identificar la realización del ser humano con la posesión y el enriquecimiento, olvidando el espíritu y todo lo que éste conlleva. Por ello, es necesario ir asumiendo en nuestras vidas los valores de mayor contenido espiritual: honradez, solidaridad, justicia, belleza, verdad, fidelidad, generosidad.

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