Lima, 21-03-2010 / Año 106 - Nº 5501

MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI A LOS JOVENES
Con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud
I) "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" (Mc 10,17)
Queridos amigos, este año se celebra el vigésimo quinto aniversario de la institución de la Jornada Mundial de la Juventud, querida por el Venerable Juan Pablo II como cita anual de los jóvenes creyentes del mundo entero. Fue una iniciativa profética que ha traído frutos abundantes, permitiendo a las nuevas generaciones cristianas encontrarse, ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, descubrir la belleza de la Iglesia y vivir experiencias fuertes de fe que han llevado a muchos a la decisión de entregarse totalmente a Cristo. La presente XXV Jornada representa una etapa hacia el próximo Encuentro Mundial de los jóvenes, que tendrá lugar en agosto de 2011 en Madrid, donde espero que seréis numerosos en vivir este acontecimiento de gracia. Para prepararnos a esta celebración, quisiera proponeros algunas reflexiones sobre el tema de este año: "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" (Mc 10,17), tomado del episodio evangélico del encuentro de Jesús con el joven un tema ya afrontado en 1985, por el Papa Juan Pablo II en una bellísima Carta, dirigida por primera vez a los jóvenes.
DIOS SIEMPRE LLEGA EN EL MOMENTO JUSTO
Entonces pensé, esperaré un minuto y quien quiera que sea se irá. Yo esperé y esperé, pero el timbre de la puerta cada vez era más insistente, y luego la persona comenzó a golpear la puerta con fuerza. Entonces me pregunté, ¿QUIÉN PODRÁ SER? ¡Jamás nadie toca mi puerta ni vienen a verme! Solté la soga de mi cuello y fue hasta la puerta, mientras el timbre seguía sonando cada vez con mayor insistencia. Cuando abría la puerta no podría creer lo que veían mis ojos, frente a mi puerta estaba el más radiante y angelical niño que jamás había visto. Su sonrisa, oh, ¡nunca podré describirla! Las palabras que salieron de su boca hicieron que mi corazón, muerto hace tanto tiempo, volviera a la vida, cuando dijo con voz de querubín: SEÑORA, SOLO QUIERO DECIRLE QUE DIOS REALMENTE LA AMA. Cuando el pequeñín ángel desapareció, cerré la puerta y leía cada palabra del volante. Entonces fui al segundo piso para quitar la silla y la soga. Ya no las necesitaría más. Como ven... ahora soy una hija feliz del REY. Como la dirección de la iglesia estaba en la parte de atrás del volante, yo vine personalmente a decirle GRACIAS a ese pequeño ÁNGEL DE DIOS que llegó justo a tiempo y, de hecho, a rescatar mi vida de una eternidad en el infierno”.

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