Lima, 28-03-2010 / Año 106 - Nº 5502

VIERNES SANTO
Nos reunimos para recordar el momento cumbre de la vida de Cristo. Su muerte en una cruz para cumplir la voluntad del Padre y salvar a los hombres. Recordar, porque la Iglesia el Viernes Santo no renueva esa muerte redentora de Cristo en la eucaristía. Participaremos sí de sus frutos, al comulgar con el pan que se consagró ayer, en la eucaristía del Jueves Santo. La acción litúrgica de esta celebración tiene tres partes:
1. La liturgia de la Palabra, y en ella, como tercera lectura, el relato de la pasión y muerte de Cristo. Porque Cristo mudó por la salvación de todos los hombres, la liturgia del Viernes Santo da una solemnidad especial a la oración de los fieles, en la que pediremos por las necesidades de la Iglesia y del mundo.
2. La adoración de la cruz, signo del amor de Cristo a los hombres y de su triunfo sobre el pecado.
3. La comunión, por la que participamos de los frutos de la muerte de Cristo. De pie, recibimos al sacerdote. Luego, arrodillados, suplicamos a Dios, primero en silencio y después con la oración del celebrante.
PRIMERA LECTURA: Isaías 52, 13-53, 12
EL FUE TRASPASADO POR NUESTRAS REBELDIAS
El profeta Isaías nos anuncia detalladamente la pasión y muerte del Siervo de Dios. Lo sucedido a Cristo, que fue traspasado por nuestras rebeliones, intercedió por los pecadores y justifica a muchos.
SALMO: 30, 2 y 6.12-13.15-16.17 y 25
Respondemos: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"
SEGUNDA LECTURA: Hebreos 4, 14- 6; 5, 7-9
APRENDIO A OBEDECER Y SE HA CONVERTIDO PARA TODOS LOS QUE LE OBEDECEN EN AUTOR DE SALVACION
La carta a los Hebreos nos presenta a Cristo como autor de la salvación eterna para los que le obedecen. Pero, para salvarnos, ha tenido que experimentar todas las pruebas por las que pasamos los hombres, incluso la muerte. EVANGELIO: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1- 9, 42 Al escuchar el relato de la pasión y muerte de Cristo, digámonos cada uno las palabras de san Pablo: "me amó y se entregó por mí"; y busquemos que broten con fuerza en nuestro corazón los sentimientos de verdadero arrepentimiento y compromiso de no pecar.
JESUS ENTRA TRIUNFANTE A JERUSALEN
No es todavía el triunfo final y definitivo. La Iglesia quiere que en esta semana nos centremos en meditar en la Pasión del Señor. "Cristo padeció por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus pisada”. Jesús nos da la mayor prueba de su amor entregando su vida por nosotros, sus amigos... En vísperas de su muerte, instituye el Sacramento de la Eucaristía, que es su presencia entre nosotros por todos los siglos como prueba de su amor. Todo lo sufrió en su cuerpo y en su alma para probarnos su amor. Fue despojado de todo: desnudo en la Cruz como un delincuente; burlado, insultado y puesto con criminales. Y Él ofrece todo al Padre para pagar por los pecados de todos los tiempos, pasados, presentes y futuros. Una gota de su sangre habría bastado, pero entregó hasta la última gota, cuando el soldado le abre el costado con la lanza. Nuestra gloria es la Cruz de Cristo. Ella es nuestra salvación. San Pablo nos dice: "Si con Él padecemos, con Él seremos glorificados.
EL AMOR DE JESUS
Cuando el amor de Jesús llega al culmen de la inmolación, de su total anonadamiento, como del hontanar de un manantial subterráneo surge la Iglesia, la nueva comunidad de creyentes, nuevo Israel, pueblo de la nueva alianza. Y allí está María como cooperadora de la salvación, junto a Juan, que representa a los discípulos del Nazareno y a toda la humanidad, constituyendo el núcleo primitivo de la Iglesia naciente.

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