Lima, 08-08-2010 / Año 106 - Nº 5522

LA VERDADERA ORACION
Benedicto XVI

La verdadera oración no es en absoluto ajena a la realidad. Si orar os alienara, o sustrajera de vuestra vida real, estad en guardia: ¡no sería verdadera oración! Al contrario: el diálogo con Dios es garantía de verdad, con uno mismo y con los demás, y así de libertad. Estar con Dios, escuchar su Palabra, en el Evangelio, en la liturgia de la Iglesia, defiende de los desaciertos del orgullo y de la presunción, de las modas y de los conformismos, y da la fuerza para ser auténticamente libres, también de ciertas tentaciones disfrazadas de cosas buenas. Me habéis preguntado: ¿cómo podemos estar "en" el mundo sin ser "del" mundo? Os respondo: precisamente gracias a la oración, al contacto personal con Dios. No se trata de multiplicar las palabras -lo decía Jesús-, sino de estar en presencia de Dios haciendo propias en la mente y en el corazón, las expresiones del "Padre Nuestro", que abraza todos los problemas de nuestra vida, o bien adorando la Eucaristía, meditando el Evangelio en nuestra habitación o participando con recogimiento en la liturgia. Todo esto no aparta de la vida, sino que ayuda a ser verdaderamente uno mismo en cada ambiente, fieles a la voz de Dios que habla a la conciencia, libres de los condicionamientos del momento.
LA VIDA, EL GRAN DON DE DIOS
La vida, el gran don de Dios, es sagrada. Nadie puede atentar contra ella. Si este gran principio ético se desmorona, todo puede venirse abajo. La vida es un valor absoluto del que derivan múltiples valores. Cuando se desprecia la vida, nada tiene valor. Cuando se aprecia la vida, en cambio, un amplio y rico abanico de posibilidades de todo tipo se abre ante nosotros. La vida es la posibilidad matriz de todas las posibilidades. Vivamos la vida intensamente. Es un don maravilloso por el que diariamente deberíamos dar gracias a Dios. Al iniciar la jornada, nuestra primera expresión debería ser ésta: "Gracias, Señor, por la vida" Y luego, durante el día, procurar vivir de modo intenso esta vida y ponerla generosamente, si no es posible gratuitamente al servicio de los demás.
REVESTIRSE DE AMOR
En un gesto supremo de amor, Dios hizo que, más de una vez, el sol volviera a brillar para tí. ¡Siente su calor! Revístete de ese amor, de sentimientos nobles y elevados. Abre tu mente y tu corazón sólo para cosas que contribuyan a la construcción del bien. La vida es muy breve para vivirla a migajas. Muchas veces perdemos nuestro tiempo en cosas inútiles, cuando podríamos apegarnos solamente a lo esencial. ¿Pero... qué es lo esencial en la vida? Lo esencial en la vida es ser feliz. Es revestirse de amor. Es abrirse sólo a lo que nos construye y edifica a nosotros mismos y a los demás. Entrega tu vida en las manos del amor. Abandónate en los brazos de Dios, que es el Padre. Sonríe al nuevo día, como respuesta a la invitación a bien vivir. ¡El sonríe cariñosamente para ti!

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