Lima, 22-08-2010 / Año 106 - Nº 5524

SED ALEGRES
Benedicto XVI
Mis queridos jóvenes: el joven rico del Evangelio, después de que Jesús le propuso que dejara todo y le siguiera, se marchó triste porque estaba demasiado apegado a sus bienes (Cf Mt 19,22). ¡En cambio en vosotros leo la alegría! Y también esto es un signo de que sois cristianos: de que para vosotros Jesucristo vale mucho; aunque sea exigente seguirle, vale más que cualquier otra cosa. Habéis creído que Dios es la perla preciosa que da valor a todo lo demás: a la familia, al estudio, al trabajo, al amor humano... a la vida misma. Habéis comprendido que Dios no os quita nada, sino que os da "el ciento por uno" y hace eterna vuestra vida, porque Dios es Amor infinito: el único que sacia nuestro corazón. Me gusta recordar la experiencia de san Agustín, un joven que buscó con gran dificultad, por largo tiempo, fuera de Dios, algo que saciara su sed de verdad y de felicidad. Pero al final de este camino de búsqueda comprendió que nuestro corazón no tiene paz hasta que encuentra a Dios, hasta que descansa en Él (cf Confesiones 1,1) Queridos jóvenes: ¡Conservad vuestro entusiasmo, vuestra alegría, aquella que nace de haber encontrado al Señor, y sabed comunicarla también a vuestros amigos, a vuestros coetáneos!
EL PODER DE LA SONRISA
¿Sabias... que, cuando sonríes a la vida, la vida te sonríe?, que, sonriendo, tu rostro se ilumina?, que tu sonrisa puede hacer tu día más ligero y más tranquilo?, que, cuando sonríes, la sonrisa habla de ti?, que, riéndote de tus limitaciones, se vuelve más corto el camino de la superación?, que tu sonrisa es fuente de energía para quien disfruta de tu presencia?, que, cuando sonríes, toda la naturaleza sonríe contigo?, que, sonriendo, tu vida se hace más bella, haciendo más feliz a los demás?, que tu sonrisa hace de ti un ser humano más realizado?. ¡Entonces, sonriamos! ¡Cuesta tan poco!
SER DUEÑO DE UNO MISMO
Yo tengo que abrir mi senda. Necesito ir más allá de mí mismo, aceptarme como don y saberme llamado a la conquista de mí mismo; poseerme en la interioridad y tener que abrirme en todo momento a lo distinto de fuera; contentarme con ser hombre o mujer y saber que sólo se puede ser hombre o mujer cuando se aspira a ser más hombre o más mujer, esto exige una valoración acertada sobre el respeto, defensa y promoción de toda persona humana y su dignidad, dotada de alma espiritual, y de responsabilidad moral, y llamada a la comunión con Dios.

No hay comentarios: