Lima, 03-10-2010 / Año 106 - Nº 5530

LA EVANGELIZACION DE LA CULTURA
Benedicto XVI

La evangelización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la "dictadura del relativismo" amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último. Hoy en día, algunos tratan de excluir de la esfera pública las creencias religiosas, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad. Sin embargo, la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana. Por este motivo, os invito en particular a vosotros, fieles laicos, en virtud de vuestra vocación y misión bautismal, a ser no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro público los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe. La sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir, no en una selva de libertades autodestructivas y arbitrarias, sino en una sociedad que trabaje por el verdadero bienestar de sus ciudadanos y les ofrezca guía y protección en su debilidad y fragilidad. No tengáis miedo de prestar este servicio a vuestros hermanos y hermanas, y al futuro de vuestra amada nación.
LA ELEGANCIA NO HACE MAL
Es mucho más agradable cuando consigues dominar ciertos arranques de ira e irritación, perdonando groserías y ofensas, sin replicar, acogiendo con amor y perdón. ¡Replicar no combina con la elegancia! Hay muchas cosas que irritan en esta vida, pero por ninguna de ellas vale la pena irritarse. Mantente cortés y con mesura ante toda imprudencia. No te irrites por causa de los malos. Entrégate a Dios, confía en Él, y Él actuará (cf Sal 36, 1.5). Cuando algo no te agrada, permanecer sereno es un buen remedio. El silencio es la mejor opción contra insinuaciones maliciosas e imprudentes provocaciones. Acuérdate, hoy y siempre: ¡La cortesía no hace mal a nadie!
DERROTERO
Fuimos creados como seres pensantes, se nos confirió intelecto para discernir lo bueno de lo malo y no para actuar de una manera irreflexiva; con la capacidad y la entereza suficiente para tomar el camino correcto y desechar el incorrecto, y poder también descubrir con los ojos del alma que la bondad siempre triunfa por encima de la maldad. No permitamos que los vientos de malos presagios nos hagan cimbrar y derrumben la estructura de nuestra voluntad. Debemos mantenernos firmes e incólumes, sin perder la sensibilidad de nuestra alma, hasta alcanzar la cima más alta que nos hayamos trazado.

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