Lima, 24-10-2010 / Año 106 - Nº 5533

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO
Hermanos la Palabra de Dios, hoy, nos exhorta a la humildad y a la pobreza de espíritu frente a Dios, ya que por nosotros mismos no podemos nada. Nuestra actitud, por un lado, deberá ser la de estar abiertos a los reclamos de Dios, y por el otro, la de poner nuestra total confianza en Él.
PRIMERA LECTURA: Eclesiástico 35, 12-14.16-13
LOS GRITOS DEL POBRE ATRAVIESAN LAS NUEBES
La primera lectura de hoy está tomada del libro del Eclesiástico. Este pasaje nos dice que Dios es justo. Él siempre escucha las súplicas de los pobres, de aquellos que todo lo esperan de Dios, o sea, de los humildes. Dios toma siempre como propia la causa de estos pobres y desprecia a los orgullosos.
SALMO 33, 2-3.17-18.19 y 23
Respondemos: "Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha"
SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 4, 6-8.16-18
AHORA ME AGUARDA LA CORONA MERECIDA
En la segunda lectura resuena la plegaria de agradecimiento a Dios por parte de san Pablo. También él está preocupado que Timoteo permanezca fiel a su vocación y a su fe. Pablo sabe que su vida está casi terminada y por eso él espera la recompensa de Jesús, el juez justo.
EVANGELIO: Lucas 18, 9-14
EL PUBLICANO BAJO A SU CASA JUSTIFICADO, Y EL FARISEO NO
El Evangelio nos presenta una de las parábolas más expresivas: del fariseo y del publicano. En ella aprendemos que nuestra actitud ante Dios y ante los demás hombres debe ser sincera, humilde, y sin egoísmo. Dios aceptó la actitud del publicano, del pobre y humilde, y por eso el publicano regresó justificado.
INVOCA AL SEÑOR EN EL PELIGRO
Por más que los enemigos del alma se esfuercen por llevarte a la condenación. Por más que se encabriten tus deseos desordenados y relinchen tus pasiones, si confías en Dios y le pides que venga en tu socorro, Él hará que no reine el pecado en tu vida, y cumplirá lo que prometió en el Salmo 49: "Invócame en el momento del peligro. Yo te libraré y tú me darás gloria". San Bernardo.
DON BOSCO Y LAS VOCACIONES
En la difícil y delicada labor del cultivo de las vocaciones, hay que preocuparse de tener ideas verdaderas y claras. En la escuela de la teología y de las directrices de la Iglesia, enseña Don Bosco ante todo que la vocación es la llamada que a cada uno hace el Señor, a fin de que le sirva de un modo más bien que de otro. Reconoce, pues él que el llamado para todo estado de vida viene de Dios mismo. Hablando sobre todo de la vocación a la vida sacerdotal o a la vida religiosa, presenta esa vocación como don divino y fruto de la elección y de la confianza de Dios hacia su criatura, por lo cual escribe en el "El joven Instruido: Si Dios te llama a dejar el mundo, decídete pronto".

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