Lima, 14-11-2010 / Año 106 - Nº 5536

BUENOS CIUDADANOS, BUENAS PERSONAS
Benedicto XVI
Queridos jóvenes y amigos: En vuestras escuelas católicas hay un horizonte más amplio, más allá de las materias concretas qué estudiáis y de las diferentes habilidades que aprendéis. Todo trabajo que realizáis se sitúa en un contexto de crecimiento en la amistad con Dios y todo ello debe surgir de esta amistad. Aprendéis, a ser no sólo buenos estudiantes, sino buenos ciudadanos, buenas personas. A medida que avanzáis en los diferentes cursos escolares, debéis ir tomando decisiones sobre las materias que vais a estudiar, comenzando a especializaros de cara a los que más tarde vais a hacer en la vida. Esto es justo y conveniente. Pero recordad siempre que cuando estudiáis una materia, es parte de un horizonte mayor. No os contentéis con ser mediocres. El mundo necesita buenos científicos, pero una perspectiva científica se vuelve peligrosamente estrecha si ignora la dimensión religiosa y ética de la vida, de la misma manera que la religión se convierte en limitada si rechaza la legítima contribución de la ciencia en nuestra comprensión del mundo. Necesitamos buenos historiadores, filósofos y economistas, pero si la percepción de la vida humana que ofrecen dentro de su ámbito particular se enfoca de manera reducida, pueden llevarnos por el mal camino. Una buena escuela educa integralmente a la persona en su totalidad. Y una buena escuela católica, además de este aspecto, debería, ayudar a todos sus alumnos a ser santos.
¡SACIAME CON TU AMOR!
¡Señor, mi Dios, tú eres amor; un refugio para mí! ¡Antes que naciese el universo, tú eras mi Dios! A tus ojos, mil años son como el día que pasó. ¡Se asemejan a la hierba! Germina y brota, por la mañana, y cuando llega la tarde se marchita y se seca. ¡Mis límites y mis secretos están siempre bajo tu mirada apasionada y llena de amor! ¡Mis días se van... pasan deprisa, como primaveras! Setenta años es el tiempo de la vida humana: ochenta, si fuera vigorosa. ¡Enséñame, Señor, a vivir bien mis días, con sabiduría de corazón! ¡Sáciame, por la mañana, con tu amor, y tu alegría gozaré todo el día! ¡Haz brillar sobre mí la luz de tu rostro, y que tu bondad se manifieste todos los días! (Adaptación del Salmo 89)
INCOMPATIBILIDAD RADICAL
El odio, el rencor y la envidia no deben anidar en nuestro corazón. La alegría es incompatible con los enfermos de la ira, de la revancha y del egoísmo. La alegría es un asunto moral, pertenece a la dimensión espiritual. No nace del bienestar material, sino del alma en sintonía con Dios. La alegría acompaña a la oración. Intentemos abrir nuestro corazón a Dios y Él nos concederá el don de la alegría, que es fruto del Espíritu Santo.

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