Lima, 05-12-2010 / Año 106 - Nº 5539

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCION:
8 DICIEMBRE
Benedicto XVI
¡Cuan grande es el misterio de la Inmaculada Concepción, que nos presenta la liturgia de hoy!
"Llena de gracia": con este apelativo, el ángel se dirige a María. Este es le nombre con el que Dios, a través de su mensajero, quiso calificar a la Virgen. En el himno de la carta a los Efesios, el Apóstol alaba a Dios Padre porque "nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales" (Ef 1,3). ¡Con qué especialísima bendición Dios se ha dirigido a María desde el inicio de los tiempos! ¡Verdaderamente bendita, María, entre todas las mujeres! (cf. Lc 1,42). El Padre la eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuera santa e inmaculada ante Él por el amor, predestinándola como primicia a la adopción filial por obra de Jesucristo (cf. Ef 1,4-5). En previsión de la muerte salvífica de Él, María, su Madre, fue preservada del pecado original y de todo otro pecado. En la victoria del nuevo Adán está también la de la nueva Eva, madre de los redimidos. Así, la Inmaculada es signo de esperanza para todos los vivientes, que han vencido a Satanás en virtud de la sangre del Cordero (cf. Ap 12,11). Contemplamos hoy a la humilde joven de Nazaret, santa e inmaculada ante Dios por el amor (cf. Ef 1,4), el "amor" que, en su fuente originaria, es Dios mismo, uno y trino. En efecto, preservada inmune de toda mancha de pecado original, la "nueva Eva" se benefició de modo singular de la obra de Cristo como perfectísimo Mediador y Redentor. Ella, la primera redimida por su Hijo, partícipe en plenitud de su santidad, ya es la que toda la Iglesia desea y espera ser. Es el icono escatológico de la Iglesia. Por eso la Inmaculada, que es "comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura" (Prefacio), precede siempre al pueblo de Dios en la peregrinación de la fe hacia el reino de los cielos (cf. L.G.58; R.M.2). En la concepción inmaculada de María la Iglesia ve proyectarse, anticipada en su miembro más noble, la gracia salvadora de la Pascua. A ti, Virgen Inmaculada, te renuevo hoy, de modo especial, la consagración de toda la Iglesia. Guía tú a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos cada vez más obedientes y fieles a la palabra de Dios. Acompaña tú a todos los cristianos por el camino de la conversión y de la santidad, en la lucha contar el pecado y en la búsqueda de la verdadera belleza, que es siempre huella y reflejo de la Belleza divina. Obtén tú, una vez más, paz y salvación para todas las gentes.

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