Lima, 19-12-2010 / Año 106 - Nº 5541

NAVIDAD
Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermana de mundo entero. «Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor». La Biblia y la Liturgia no nos hablan de la luz natural, sino de una luz diferente, especial, de algún modo proyectada y orientada hacía un «nosotros», el mismo «nosotros» por el que el Niño de Belén «ha nacido». La luz de la primera Navidad fue como un fuego encendido en la noche. Todo alrededor estaba oscuro, mientras en la gruta resplandecía la luz verdadera «que alumbra a todo hombre» (Jn 1,9). Y, no obstante, todo sucede con sencillez y en lo escondido, según el estilo con el que Dios actúa en toda la historia de la salvación. Dios quiere ir poniendo focos de luz concretos, para dar luego claridad hasta el horizonte. La Verdad, como el Amor, que ella contiene, se enciende allí donde la luz es acogida, difundiéndose después en círculos concéntricos, casi por contacto, en los corazones y en las mentes de los que, abriéndose libremente a su resplandor, se convierten a su vez en fuentes de luz. Es la historia de la Iglesia que comienza su camino en la gruta pobre de Belén, y a través de los siglos se convierte en Pueblo y fuente de luz para la humanidad. También hoy, por medio de quienes van al encuentro del Niño Jesús, Dios sigue encendiendo fuegos en la noche del mundo, para llamar a los hombres a que reconozcan en Él el «signo» de su presencia salvadora y liberadora, extendiendo el «nosotros» de los creyentes en Cristo a toda la humanidad. Queridos hermanos y hermanas, qué gran don es formar parte de una comunión que es para todos. Es la comunión de la Santísima Trinidad, de cuyo corazón ha descendido al mundo el Enmanuel, Jesús, Dios-con-nosotros. Como los pastores de Belén, contemplemos embargados de maravilla y gratitud este misterio de amor y luz. Feliz Navidad a todos.
VIENDO EN NAVIDAD
Durante la temporada de Navidad un periodista agnóstico vio tres niñitas de pie delante de la vitrina de una tienda llena de juguetes. Una de ella era ciega. Él escuchó a las otras dos describirle los juguetes a su amiga. El hombre nunca había considerado lo difícil que era explicarle a alguien carente de vista cómo es que algo se ve. Ese incidente se convirtió en la base para una historia en el periódico. "Así como la niña ciega no podía visualizar los juguetes, una persona no indiferente no puede ver a Cristo en toda su gloria". En la primera Navidad, sólo unas cuantas personas comprendieron quién era Jesús en realidad. Muchos escucharon el informe de los pastores y quedaron asombrados, pero no consideraron al bebé en el pesebre como el Hijo de Dios. Hoy, muchos no están al tanto de la verdadera identidad de Jesús porque están espiritualmente ciegos. Si esto te describe a ti, pídele a Dios que abra tus ojos. Cree que el Señor de la gloria murió por tus pecados y te ama. Luego confía en Él. Tus ojos serán abiertos, y reconocerás quién es Él en realidad.

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