¡RENEGONES "A LA VISTA"!
Una chiquilla de 13 años me manifestó que renegaba mucho. Le respondí: "Si ahora que tienes 13 años ya eres renegona, ¿qué será cuando tengas 80 años?
Parece mentira, a medida que los años pasan, nos hacemos más renegones. Nos va faltando la paciencia, la tolerancia, la comprensión, la misericordia. Por eso somos duros en perdonar y muy rápidos en juzgar mal a los demás. Fácilmente olvidamos que también nosotros hemos sentido la necesidad de ser comprendidos. Nos olvidamos del dicho aquel: "¿La vaca se olvidó que fue ternera?".
El ser renegones, salvo que seamos ya "viejitos" o estemos con la "diabetes", es señal inequívoca de soberbia: inconscientemente queremos que todos estén hechos a nuestra "imagen y semejanza". Al constatar que esto no se verifica, renegarnos. Y renegamos por lo que se dice, o no se dice; por lo que se hace, o no se hace; por si hay orden, o no lo hay, etc. Renegamos de todo y por todo: ¡Nada está hecho a nuestra medida! En una palabra, nos estamos endiosando, pues el único que nos ha hecho a su imagen y semejanza es Dios. ¡Qué soberbia! Lo contradictorio es que ni siquiera nos aceptamos a nosotros mismos; por eso no aceptamos a los demás. Por el contrario, el verdadero humilde es el que empieza aceptándose a sí mismo con sus virtudes y sus límites. Por ello, está capacitado para aceptar a los de más tal como son y no como deberían ser. Con esta actitud podríamos corregir y enmendar.
Qué bien nos cae la parábola de Jesús. Nos ayuda a ser realista, a ser humildes y no RENEGONES, MENOS CRITICONES Y RAJONES. Él nos dice: "aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón". ¡Qué paciencia en aguantarnos! ¡Dios nos espera toda la vida! ¡Cuántos menos errores cometeríamos si supiéramos ser PACIENTES Y NO RENEGONES!.
Una chiquilla de 13 años me manifestó que renegaba mucho. Le respondí: "Si ahora que tienes 13 años ya eres renegona, ¿qué será cuando tengas 80 años?
Parece mentira, a medida que los años pasan, nos hacemos más renegones. Nos va faltando la paciencia, la tolerancia, la comprensión, la misericordia. Por eso somos duros en perdonar y muy rápidos en juzgar mal a los demás. Fácilmente olvidamos que también nosotros hemos sentido la necesidad de ser comprendidos. Nos olvidamos del dicho aquel: "¿La vaca se olvidó que fue ternera?".
El ser renegones, salvo que seamos ya "viejitos" o estemos con la "diabetes", es señal inequívoca de soberbia: inconscientemente queremos que todos estén hechos a nuestra "imagen y semejanza". Al constatar que esto no se verifica, renegarnos. Y renegamos por lo que se dice, o no se dice; por lo que se hace, o no se hace; por si hay orden, o no lo hay, etc. Renegamos de todo y por todo: ¡Nada está hecho a nuestra medida! En una palabra, nos estamos endiosando, pues el único que nos ha hecho a su imagen y semejanza es Dios. ¡Qué soberbia! Lo contradictorio es que ni siquiera nos aceptamos a nosotros mismos; por eso no aceptamos a los demás. Por el contrario, el verdadero humilde es el que empieza aceptándose a sí mismo con sus virtudes y sus límites. Por ello, está capacitado para aceptar a los de más tal como son y no como deberían ser. Con esta actitud podríamos corregir y enmendar.
Qué bien nos cae la parábola de Jesús. Nos ayuda a ser realista, a ser humildes y no RENEGONES, MENOS CRITICONES Y RAJONES. Él nos dice: "aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón". ¡Qué paciencia en aguantarnos! ¡Dios nos espera toda la vida! ¡Cuántos menos errores cometeríamos si supiéramos ser PACIENTES Y NO RENEGONES!.
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