Fundado: 24-04-1904 Lima, 19-02-2012 / Año 108 - Nº 5602 - 4000 ejemplares

¡A MI NADIE ME CONVENCE!
A medida que pasa el tiempo, acepto más lo que nos dice el refrán: "La ignorancia es atrevida". Las veces que me he encontrado con personas cultas, profesionales serios, maestros siempre en búsqueda, científicos, sacerdotes píos y estudiosos, astrónomos... se han expresado, con cierta melancolía, diciendo: "¡Cuánto me falta por aprender, conocer, indagar!". "¡El tiempo es muy corto y la vida no me alcanza para conocer todo lo que el universo mundo me ofrece, tanto en el macrocosmos, como en el microcosmos!". Por el contrario, las expresiones de los que saben poco, de los que repiten slogans, es muy osado y atrevido, creyendo que "todo lo saben" y que "nadie tiene que enseñarles", "que se bastan a sí mismos, y lo que piensan, eso es y amén". En los primeros encuentro la auténtica humildad ante la inmensidad de todo lo Creado. En los segundos, la soberbia, la petulancia, la sobrades. Los primeros, hablan poco, son prudentes, pues están convencidos que NO LO SABEN TODO y que se pueden equivocar. En los segundos, encuentro la verborrea, la palabrería, las "cantinfladas", la inflación de palabras sin contenido sustancial. Los primeros, están abiertos a la ciencia, a la filosofía, a la teología, al universo y a sus enigmas. Los segundos, se encierran en sí mismos contentándose como los loros en repetir y repetir de memoria sin pensar ni profundizar lo poco que han aprendido; peor todavía, si lo aprendieron equivocadamente. Lo máximo del atrevimiento es CREERSE MAESTROS de los demás. El Evangelio de hoy nos dice que los que buscaban a Jesús CREIAN EN EL, en su Palabra, en su poder. Creían que era el Mesías, el Redentor, que él era el CONSAGRADO PARA SER EL SALVADOR. Y eran las personas más simples, los ignorantes, los pobres, los despreciados, los excluidos. Por eso les hizo el milagro certificando su mesianidad. No así los Sacerdotes, los Escribas, los Fariseos, los Saduceos, los Doctores de la ley, los Maestros, "los sabelotodo". Por eso, se atrevían a juzgar, y malamente. El milagro no les sirvió para nada, al contrario los endureció en su odio contra él.

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