Fundado: 24-04-1904 Lima, 11-11-2012 / Año 108 - Nº 5640 - 4000 ejemplares


¿DaR LIMOSNA YO? ¡QUE TRABAJEN!
Con la aparición de los supermercados han desaparecido los famosos: "Caserito, fíame, que mañana te pagaré"; "Una rebajita, por favor". Ya no escuchamos en las familias la expresión: "Tenernos que ahorrar", etc. Cuando entras en estos grandes comercios, estás obligado a PAGAR LO QUE COMPARAS, O POR KILOS, O POR PRODUCTOS YA VALORADOS. Y si no hay plata, no podrás llevarte nada. Por un lado, estos Super... son de gran ayuda, pues encuentras de todo; pero, lamentablemente, es sólo para una determinada elite, NO PARA LOS POBRES. La "GLOBALIDAD ECONOMICA" nos arroya a todos, "sin querer, queriendo".
¿Qué es la limosna? Es dar dinero a un pobre sin esperar nada a cambio. En la Biblia, se la manda con frecuencia a los judíos para que asistan a los pobres, a las viudas, a los huérfanos y a los extranjeros (Deut 10;11. Eclesiástico 4,1), etc. Jesucristo continuamente repite máximas de caridad, haciendo ver no sólo su necesidad, sino el deber de compartir. El diaconado fue instituido para cuidar de los pobres (Hch 6). La Iglesia primitiva pedía a sus fieles deshacerse de sus bienes y depositar el precio en los apóstoles para socorrer a los necesitados. San Pablo, escribe a los de Corinto: "Que verifiquen las cosechas o cuestiones todos los domingos para la asistencia de los pobres", según había mandado a las Iglesias de Galacia. San Justino (Apolog. 2), dice que todos los fieles de las ciudades y aldeas se reunían los domingos para asistir a la celebración de los santos misterios; que después de la oración, cada uno hacía su limosna según su celo y facultades y que se entregaba el dinero al que presidía, es decir, al obispo, para distribuirlo a los pobres, viudas, etc. Esta práctica se observaba también en San Gerónimo y en las parroquias, en las que se suele pedir limosna para los pobres en la misa mayor de los domingos y fiestas. San Clemente de Roma (Epíst. 1ª, Nº 63): La caridad con los infelices fue el carácter distintivo de los primeros cristianos. Llegaron muchos al extremo de venderse por esclavos y alimentar a los pobres con el precio de su libertad. Asistían igualmente a paganos como a fieles. Ninguna religión tuvo una caridad tan industriosa para socorrer las necesidades del pobre. Al principio, los ministros de la Iglesia se sostenían con las limosnas. Las oblaciones de los fieles se dividían en tres partes: una, para los pobres; otra, para la conservación de las iglesias y culto divino y otra, para el clero. Este fue siempre el espíritu de la Iglesia: los regalos, los bienes que recibió por donación y las fundaciones son miradas como limosnas, cuyos ecónomos, dispensadores y no propietarios, son sus ministros.
San Agustín nos dice: Dar de comer al que tiene hambre, de beber al que tiene sed, vestir al desnudo, dar posada al pasajero, refugiar a un fugitivo, visitar a un enfermo o un preso, rescatar un esclavo, sostener a un débil, guiar a un ciego, consolar a un afligido, curar a un herido, enseñar el camino al que se pierde, dar un consejo al que lo necesita y el alimento a un pobre no son las únicas especies de limosna, sino perdonar al que peca o corregir cuando hay autoridad para ello, olvidar la injuria que se recibió pidiendo a Dios que le dispense favores al que se la hizo; éstas son obras de misericordia que se pueden mirar como limosnas. (Lib. de Fide, Spe et Charit., 72, Nº 19).
Jesús nos da la clave para valorar la limosna: no es la cantidad, si no el amor con que se la da, aunque sea lo mínimo, como lo hizo la viuda del evangelio. No se necesita ser rico para dar, sino la intención que se pone. El pobre que da desde su pobreza da mucho más ante Dios, que el rico que da por ostentación.
¿LO PENSASTE?

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