"NUEVA
EVANGELIZACIÓN PARA LA TRANSMISIÓN DE
LA FE CRISTIANA "
El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos
muestra quién es el discípulo: aquel que, con
la luz de la fe, sigue a Jesús "por el camino" (v. 52).
San
Agustín,
en uno de sus escritos, hace una observación muy particular sobre la figura de
Bartimeo, que puede resultar también interesante y significativa para nosotros.
Él reflexiona sobre el hecho de que Marcos indica el nombre no sólo de la
persona que ha sido curada, sino también del padre, y concluye que «Bartimeo,
hijo de Timeo, era un personaje que, de una gran prosperidad, cayó en la
miseria, y que ésta condición suya de miseria debía ser conocida por todos y de
dominio público, puesto que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado
al borde del camino. Por esta razón Marcos lo recuerda solamente a él, porque
la recuperación de su vista hizo que ese milagro tuviera una resonancia tan
grande como la fama de la desventura que le sucedió» (Concordancia de los
evangelios, 2, 65, 125: PL 34, 1138). Hasta aquí San Agustín.
Continuará...
EL
AÑO DE LA FE. BENEDICTO
XVI (Síntesis)
25 frases de la "Porta
fidei", anunciando el Año de la
Fe.
Empezó
el 11 de octubre de 2012, en el 50º aniversario de la apertura del
Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del
Universo, 24 de noviembre de 2013.
NO
HAY FE SIN CARIDAD, NO HAY CARIDAD SIN FE. (Continuación).
23. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el
testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son
capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida
verdadera, ésa que no tiene fin.
24. "Que la
Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada" (2Ts
3,1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el
Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de
un amor auténtico y duradero.
25. Las palabras de San Pedro proyectan un último rayo de
luz sobre la fe: "Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer
un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa
que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio,
gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y,
sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y
radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras alma?
(1P 1,6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el
sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son
probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran
escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten
comprender el misterio de la Cruz
y participar en los sufrimientos de Cristo (Col 1,24), son preludio de la
alegría y la esperanza a la que conduce la fe: "Cuando soy débil, entonces
soy fuerte" (2Co 12,10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús
ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él:
presente entre nosotros, vence el poder del maligno (Lc 11,20), y la Iglesia , comunidad visible
de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva
con el Padre.
¿Qué hace
un loco gateando por un supermercado?
Seguro que
está buscando LOS PRECIOS MÁS BAJOS.
Ja, ja, ja...
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