"Y a mí, ¡qué!", "No es mi
problema". "Me llega". "Me resbala". "A mí, nadie
me dijo nada". "No me afecta". Son las frases que frecuentemente
escuchamos de personas que, aparentemente, están tan ocupadas en sus problemas,
en sus cosas, encerrados en sí mismos, tan responsables de sí mismos, que no
tienen tiempo para mirar un poquito más allá de sus personas. No son capaces de
ayudar, dar la mano, sustituir, remplazar, "corregir lo malo con lo
bueno". Es la presencia en esas personas de un refinado egoísmo. Sin
embargo, nos encontramos con otras personas, que son todo lo contrario. Siempre
preocupadas por los demás: atentas para detectar los males y remediarlos;
dispuestos para descubrir lo bueno en las personas y de lo bueno que hacen,
resaltándolo, alentándolo, animándolo. Los
primeros, aunque pareciera que no tienen tiempo para nada, son las que
"están a la caza" de los defectos, para interminables chismografías y
críticas negativas. Siempre se la pasan renegando. A los otros, siempre les alcanza el tiempo para colaborar, ser
solidarios, ayudar, "dar la manito", solucionar los problemas. Los primeros, serán negativos; los segundos, optimistas. Los primeros, tristes. Éstos, siempre alegres y optimistas. Los pesimistas, frenarán y, tal vez,
destruirán el progreso. Los optimistas,
quitarán las trabas y edificarán el desarrollo de los pueblos.
El Evangelio de hoy es muy elocuente. María,
como buena mamá, llena de amor "oblativo", se da cuenta de la
situación crítica de los recién casados y trata de solucionarlo, recurriendo a
su Hijo, pues sabe que Él lo puede hacer. La respuesta de Jesús, no es como la
de los primeros. Simplemente quiere decir que TODAVÍA, NO HA LLEGADO EL MOMENTO DE MANIFESTARSE Y DE ACTUAR EN SENTIDO
SALVÍFICO. Pero, ante la insistencia amorosa de su Madre, para ayudar, cede
y ¡ADELANTA SU HORA!
Basten estas palabras para certificar su
conducta: "No todo el que dice:
Señor, Señor, entrará en el Reino, sino
aquel que escucha la palabra de
Dios y la pone en práctica".
¿A QUÉ
BANDO PERTENECES?
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