La bienaventuranza de Jesús dice que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y
una obra humana. En efecto, la paz presupone un humanismo abierto a la
trascendencia. Es fruto del don recíproco, de un enriquecimiento mutuo, gracias
al don que brota de Dios, y que permite vivir con los demás y para los demás. La ética de la paz es ética de la comunión
y de la participación. Es indispensable, pues, que las diferentes culturas
actuales superen antropologías y éticas basadas en presupuestos
teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, en virtud de los
cuales las relaciones de convivencia se inspiran en criterios de poder o de
beneficio, los medios se convierten en fines y viceversa, la cultura y la
educación se centran únicamente en los instrumentos, en la tecnología y la
eficiencia. Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la
dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente
autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley
moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia
en términos racionales y morales, apoyándose sobre un fundamento cuya
medida no la crea el hombre, sino Dios: «El
Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz», dice
el Salmo 29 (v. 11).
BENEDICTO
XVI: SIN GLORIA A DIOS, NO HAY PAZ
VATICANO,
25 Diciembre 2012 - 7:27 a.m. ACI-EWTN Noticias
Señaló: Muchas veces no hay
lugar para Jesús en nuestros pensamientos ni en nuestros sentimientos y deseos,
pues "nos queremos a nosotros mismos, queremos las cosas tangibles, la
felicidad que se pueda experimentar, el éxito de nuestros proyectos personales
y de nuestras intenciones"."Estamos completamente «llenos» de
nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso,
tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los
extranjeros".
Aseguró: "La conversión
que necesitamos debe llegar hasta las profundidades de nuestra relación con la
realidad. Roguemos al Señor para que estemos vigilantes ante su presencia, para
que oigamos cómo él llama, de manera callada pero insistente, a la puerta de
nuestro ser y de nuestro querer".
Dijo: A diferencia de los
pastores, a quienes "les movía una santa curiosidad y una santa
alegría" por ir a conocer a Jesús, dijo el Papa, "tal vez es muy raro
entre nosotros que nos apresuremos por las cosas de Dios". "Hoy, Dios
no forma parte de las realidades urgentes. Las cosas de Dios, así decimos y
pensamos, pueden esperar".
Exhortó a los fieles a
pedirle a Dios "que la santa curiosidad y la santa alegría de los pastores
nos inciten también hoy a nosotros, y vayamos pues con alegría allá, a Belén,
hacia el Señor que también hoy viene de nuevo entre nosotros". (Final del artículo).
- Te contaré, Mary: Mi hija se casó con UN PILOTO italiano
- ¡Ay, hija!; la mía, con UN VESTIDO de seda
Ja, ja,
ja...
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