Lima, 24-02-2013 / Año 108 - Nº 5655

LECTIO DIVINA: Lc 9, 28b-36
Nos relata la experiencia de la Transfiguración que los apóstoles tuvieron con Cristo, profecía y anuncio pascual, que todos experimentaremos.
"En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blanco. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías que, apareciendo revestidos de gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; pero permanecieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Haremos tres carpas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, mí elegido; escúchenlo». Cuando se oyó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto".
PREGUNTAS:
1. ¿POR QUÉ JESÚS ESCOGIÓ A PEDRO, SANTIAGO Y JUAN PARA ESTE ACONTECIMIENTO?
2. ¿QUÉ REPRESENTAN MOISÉS Y EL PROFETA ELÍAS EN REFEENCIA A JESÚS?
3. ¿QUIÉN HABLA DESDE LA NUBE? ¿CUÁL ES SU SIGNIFICADO PARA NOSOTROS?

MIÉRCOLES DE CENIZA
BENDICTO XVI.  "CUARESMA Y LA CONVERSIÓN"
Vaticano, 13 febrero 2013 - 8:36 a.m. - ACI
1. Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, 40 días que nos preparan para la celebración de la Santa Pascua: es un tiempo de particular esfuerzo en nuestro camino espiritual. El número 40, recuerda los 40 años en los que el pueblo de Israel peregrino en el desierto: un largo período de formación para convertirse en pueblo de Dios, pero también un largo período en el que la tentación de ser infieles a la alianza con el Señor estuvo siempre presente. 40, fueron también los días de camino del profeta Elías para alcanzar el Monte de Dios, el Horeb, como también el período que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública y donde fue tentado por el diablo.
El desierto donde Jesús se retira, es el lugar del silencio, de la pobreza, donde el hombre está privado de los apoyos materiales y se encuentra ante las preguntas fundamentales de la existencia, está destinado a ir a lo esencial y por ello es más fácil encontrar a Dios. Pero el desierto es también el lugar de la muerte, porque donde no hay agua no hay tampoco vida, y es el lugar de la soledad, en el que el hombre siente más intensa la tentación. Jesús va al desierto y allí experimenta la tentación de dejar el camino indicado por el Padre para seguir otros caminos más fáciles y mundanos (Lc 4, 1-13). Así, Él se carga de nuestras tentaciones, porta consigo nuestra miseria para vencer al maligno y abrirnos al camino hacia Dios, el camino de la conversión.
Continuará...
 
Un señor le cuenta a su amigo:
- Mi tío murió de CATARATAS
- ¿Qué? ¿Lo operaron?
- No, LO EMPUJARON
Ja, ja, ja...

EL CREDO
PRIMERA CATEQUESIS DEL PAPA
Vaticano, 23 enero - ACI
4. La bendición, en la Sagrada Escritura, se enlaza con el don de la vida que viene de Dios y se manifiesta en la fertilidad, en una vida que se multiplica, pasando de generación en generación. Asimismo, la bendición está relacionada con la experiencia de poseer una tierra, un lugar estable para vivir y crecer en libertad y seguridad, temiendo a Dios y construyendo una sociedad de hombres fieles a la Alianza, "un reino de sacerdotes y una nación santa" (Ex 19,6). Por lo tanto, Abraham, en el diseño de Dios, está destinado a llegar a ser el "padre de una multitud de naciones" (Gn 17,5; Rm 4,17-18) y a entrar en una nueva tierra donde vivir. Y, sin embargo, Sara, su esposa, es estéril, no puede tener hijos, el país al que Dios lo conduce está lejos de su tierra natal, ya está habitado por otros pueblos y nunca le pertenecerá verdaderamente. El narrador bíblico hace hincapié en esto, aunque muy discretamente: cuando Abraham llegó al lugar de la promesa de Dios: "los cananeos ocupaban el país" (Gen 12,6). La tierra que Dios le dona a Abraham no le pertenece, él es un extranjero y lo seguirá siendo para siempre, con todo lo que ello conlleva: no tener intenciones de posesión, sentir siempre la propia pobreza, verlo todo como un don. Ésta es también la condición espiritual de quien acepta seguir al Señor, de quien decide partir aceptando su llamada, bajo el signo de su bendición invisible pero poderosa.
Continuará...

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