Es muy difícil aceptar, con nuestra
mentalidad mundana, lo que Jesús nos está diciendo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y
vendremos a él y haremos morada en él". Es una realidad aceptada
únicamente por la fe. El peor obstáculo para entender y vivir esta experiencia
es el ambiente de distracción en el que estamos inmersos. ¿Quién tiene unos
minutitos para INTERIORIZARSE, para guardar silencio y "zambullirse" dentro
de sí y vivir esta experiencia de la presencia de Dios dentro de nosotros, y de
nosotros dentro de Dios? Lamentablemente, la realidad es otra. Desde que nos
despertamos estamos volcados a salir de nuestra interioridad por nuestros cinco
sentidos; y nos volcamos hacia afuera "como
alma a quien persigue el diablo". Y así, la pasamos todo el día, y
todos los días... hasta el momento de nuestra muerte. Esto lo comprobamos
frecuentemente por nuestras quejas: "No encuentro tiempo para rezar",
"No puedo ir a la Iglesia
para encontrarme con Jesús, pues vivo muy lejos", o, "Estoy muy
ocupado con tanto trabajo, estudios, preocupaciones que tengo entre
manos"... Y así se va pasando la vida.
TODO
CAMBIARÍA,
si profundizáramos lo que Jesús nos acaba de decir. Bastaría un pequeño
esfuerzo: apenas despertados, entremos en nuestro interior y pensemos unos
instantes en esta presencia de Dios y entablemos una pequeña conversación. Esta
operación hagámosla también antes de dormir. Intentamos lo mismo al día
siguiente... Luego tratemos de recordarlo durante el día, en cualquier momento.
El ejercicio será difícil... pero lo
lograremos poco a poco... DESCUBRIREMOS EL PROFUNDO SIGNIFICADO DE LA VIDA INTERIOR , DE LA VIDA ESPIRITUAL.
Todos los santos lo intentaron y lo LOGRARON.
¿Si ellos lo pudieron por qué NO
nosotros? ¡INTENTÉMOSLO, HERMANOS!
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