El amor es maravilloso e inagotable en su significado. Siempre está de moda, siempre vigente, los siglos no lo envejecen. Jamás aburre. Es buscado, perseguido, anhelado y suspirado por los adolescentes. Los jóvenes dan la vida por él. Los adultos encuentran en el amor la razón de sus vidas y a los ancianos les da la fortaleza y la esperanza para seguir viviendo. Es tan misterioso que se transforma en mi otro yo. Las madres lo intuyen en sus hijos adolescentes, cuando los ven inquietos, nerviosos y distraídos. Por eso repiten una y otra vez: ¡Ya les llegó el amor! ¡Los está enloqueciendo! Y todo esto, no es una suposición, una invención o una poesía... es la pura constatación de esa indefinible experiencia misteriosa, en lo más profundo de nuestro ser: LA PRESENCIA DEL AMOR. Y aquí está su misterio: ¡Es tan fecundo que engendra y concibe la vida! ¡Es tan creativo que construye el mundo! ¡Es tan valiente que produce héroes! ¡Es tan radical que hace mártires! ¡Es tan grande y sublime que engendra santos! ¡Es tan suave y agradable que inyecta en las almas la alegría, el entusiasmo y la paz!
Si eso produce el amor humano ¿Qué diremos del AMOR DIVINO? Creo que llegamos a entender "alguito" cuando Jesús nos dice que en Dios ese amor es tan perfecto que es una PERSONA DIVINA, llamada el ESPÍRITU SANTO. Por eso Jesús, luego de su Ascensión a los Cielos, lo envía para que haga realidad su obra de Redención, llevada a cabo históricamente, "ayer, hoy y siempre". Por ello, el Espíritu Santo tiene esos roles para espiritualizar y divinizar el Amor Humano. Sólo con este AMOR, LA HUMANIDAD QUEDARÁ DEFINITIVAMENTE RESTAURADA Y CAPACITADA, con el ejercicio de su libertad, para crecer en Dios en esta tierra y prepararse para vivirlo en su totalidad, después de su muerte.
¿CÓMO VALORAS Y EJERCES TU AMOR?
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