Tienen tus ojos, Madre, tanta bondad que al mirarlos me
inundo de gozo, me inundo de paz.
Que tus ojos tan bellos, María, son fuente de vida, de
paz y de amor. ¡Ah!
Mirarlos yo pueda en mí
extrema agonía y llegarme por ellos a
Dios.
Cuando mis ojos cierre, Madre, el
dolor, de mi lado no apartes tu
manto bendito de amor.
Que ocultándome ¡Oh Madre! ese manto será mi mortaja más
bella al morir. ¡Ah!
Cubierta con ella no
temo la muerte, mas espero en el cielo
vivir.
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