VIDA Y MUERTE, GOZO Y TRISTEZA
Vivir es la máxima aspiración y realización.
Con la vida, todo revive, todo tiene sentido: la familia, la sociedad, la
ciencia, la música, el arte, el universo. El gozo de "conocer", de
"tomar conciencia" de lo que soy y de mi entorno, la alegría de
vivir. Puedo conocer a Dios y darle gloria. Con la vida, VIVIRÉ PARA SIEMPRE. La reacción natural, empezando con el instinto
de conservación, es dar, defender, preservar, desarrollar la vida. Es admirable
todo lo que la humanidad ha hecho en este sentido. Lamentablemente, tenemos la
otra cara de la realidad: LA PRESENCIA DE LA MUERTE. Con ella todo acaba. Todo pierde su sentido de ser. Sin
embargo, la humanidad, alejada de Dios, se alía con la "muerte-pecado"
enarbolando el eslogan: "Mors tua, vita mea, "tu muerte es mi
vida". Y esta realidad se ha convertido en el común divisor de toda
nuestra existencia. Esto está llegando a sus extremos. Nombrarlos nos volvería repetitivos.
Hoy Jesús, con la "reviviscencia del hijo
de esta mujer viuda", nos abre los ojos para redescubrir todo lo bueno que
ha creado Dios, especialmente lo referente a la vida, no solo material, sino
espiritual. Él nos demuestra y nos garantiza que tiene el poder, sobre todo,
para dar la vida del alma con el perdón de los pecados, raíz de todos los
males. Refuerza nuestra esperanza: con Él sanaremos de todos los males que nos aquejan
hoy: las enfermedades del espíritu, empezando por las psicopatías, sobre todo, el terrible mal de la depresión. Sólo
Él, con sus valores presentados en su Evangelio, LLEGARÁ A LIBERARNOS, SIEMPRE Y CUANDO LE ACEPTEMOS Y CREAMOS EN ÉL. ¡REFLEXIÓNALO!
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