¡LA CULTURA DE LAS ENCUESTAS(n)...!
Este comportamiento humano es una "CASI SEGUNDA NATURALEZA, UN PROPIO". Es la consecuencia de ser inteligentes y razonables. Más aún, el interrogarse es señal inequívoca de la aparición concreta de esta facultad... y aparece cuando los niños empiezan a preguntarle a las mamás, EL POR QUÉ DE TODO, volviéndolas "locas". Ahora bien, cuando estas preguntas se las hacen los adultos, y buscan honestamente la "verdad" de las personas, es muy laudable, pues con ellas vamos descubriendo SUS VALORES. Pero si esta investigación es para saber "la vida y milagros de la gente", especialmente de las faltas y de los pecados, entonces se convierte en los famosos "chismes". Además, cada uno de nosotros tiene la necesidad de averiguar lo que los demás piensan de nosotros. Esto se hace tan compulsivo que vivimos esclavizados de ello y orientamos nuestro comportamiento "por el qué dirán" de los demás, dando valor a "las apariencias" y dejando a un lado la verdad de nuestro ser interior, el valor de nuestra personalidad.
¿Cuál la consecuencia de todo esto? Caer en la "DEPRE". Las constantes preguntas que hacemos sobre lo que la gente dice de nosotros, LAS FRECUENTES ENCUESTAS sobre del desempeño de nuestro "quehacer" diario, tanto en el mundo del trabajo, de las profesiones, de la política, del campo religioso, etc., NOS AGOBIAN. Lamentablemente nos olvidamos que las preguntas tenemos que hacerlas a nuestra propia CONCIENCIA Y A DIOS, que ve lo que somos. En definitiva, vale lo que somos, y no lo que aparentamos. No por lo que digan voy a ser más simpático, o feo; más alto o "chato"; más bueno o malo; mejor o peor; más, o menos responsable, etc.
Jesús, en su Evangelio de hoy, nos ilumina. Sus preguntas son para cerciorarse si la gente y sus mismos seguidores han captado su SER COMO HIJO DE DIOS Y SU MISION COMO REDENTOR DEL MUNDO. Nos hace tomar conciencia que somos sus seguidores EN TODO, y no nos debe interesar lo que los demás digan de nosotros.
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