En
este nuestro modo de vivir, pareciera que todo está ordenado y organizado para
vivir sólo en este mundo. Qué difícil se hace hoy, tener un poquito de tiempo
para pensar más allá de los límites de nuestra existencia espacio-temporal. En
este contexto, pensar en Dios, en Jesucristo, en la conquista de la INTERIORIDAD DE
UNA VIDA ESPIRITUAL, se hace cada vez más difícil. Todo se sensibiliza.
Nuestros cinco sentidos están abiertos para ser satisfechos totalmente. Los ojos
quieren ver todo y están volcados a la
TV , al Internet. Nuestros oídos quieren escucharlo todo, y están a
la casa de las redes sociales. No sólo, sino que los You Tube, los Twitter, ya están siendo superados
por el WHATS
APP que limita la información a grupos cerrados salvaguardando su
mayor intimidad. El olfato, con la incontable variedad de perfumes. El gusto,
con la proliferación de la gastronomía (ya hay celebraciones nacionales para
casi todos los gustos). El sentido del tacto, con la intemperancia cada vez más
suelta hasta caer en la lujuria por la lujuria, etc. Es difícil introyectarnos,
zambullirnos en nuestro interior, ámbito de los VALORES HUMANO-CRISTIANOS, DE LA RELIGIÓN , DE DIOS.
Hoy
por hoy, estamos viviendo una progresiva descristianización. Los templos,
referentes de la profundidad cristiana, se van convirtiendo en MUSEOS,
llevándonos a contemplar sólo el arte. De allí el progresivo ausentismo de las ASAMBLEAS
LITÚRGICAS para celebrar el MISTERIO CRISTIANO.
El
resultado:
la vaciedad espiritual y la búsqueda insaciable de su sustituto humano, muchas
veces torcido y equivocado.
HOY Cristo nos llama la
atención para considerar que VENIMOS DE DIOS Y A DIOS TENEMOS QUE VOLVER. Que
estamos llamados al Reino de Dios que EMPIEZA EN
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