Lima, 23-02-2014 / Año 110 - Nº 5707

EVANGELIO: Mt 5, 38-48
Jesús nos revela: la plenitud del amor llega hasta a amar a los propios enemigos, haciéndoles el bien y rezando por su conversión, "pagando bien por mal".
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Han oído que se dijo: 'Ojo por ojo, diente por diente'. Yo, en cambio, les digo: No hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Han oído que se dijo: 'Amarás a tu prójimo'. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y recen por los que los persiguen. Así serán hijos del Padre que está en el Cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saluda sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
1. ¿QUÉ SIGNIFICA LA LEY DEL TALIÓN?
2. ¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE VENGANZA Y PERDÓN? ¿POR QUÉ?
3. ¿POR QUÉ EL AMOR, SEGÚN JESÚS, LLEVA A PERDONAR INCLUSIVE AL ENEMIGO? COMÉNTALO.
"LA FRATERNIDAD, FUNDAMENTO Y CAMINO PARA LA PAZ"
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ  2014 - Vaticano, 12 Diciembre 2013 10:39 a.m. - ACI
8.  LA CORRUPCIÓN Y EL CRIMEN ORGANIZADO SE OPONEN A LA FRATERNIDAD
La fraternidad prevé el desarrollo integral de todo hombre y mujer. Las justas ambiciones de una persona, sobre todo si es joven, no se pueden frustrar y ultrajar. Sin embargo, no podemos confundir la ambición con la prevaricación. Al contrario, debemos competir en la estima mutua (Rm 12,10). También en las disputas, que constituyen un aspecto ineludible, es necesario recordar que somos hermanos y, por eso, educar y educarse en no considerar al prójimo un enemigo o un adversario al que eliminar. La fraternidad genera paz social, porque crea un equilibrio entre libertad y justicia, entre responsabilidad personal y solidaridad, entre el bien de los individuos y el bien común. Y una comunidad política debe favorecer todo esto con transparencia y responsabilidad. Los ciudadanos deben sentirse representados por los poderes públicos sin menoscabo de su libertad. En cambio, a menudo, entre ciudadano e instituciones, se infiltran intereses que deforman su relación, propiciando la creación de conflictos. Un auténtico espíritu de fraternidad vence el egoísmo que impide a las personas vivir en libertad y armonía entre sí. Ese egoísmo se desarrolla socialmente en las múltiples formas de corrupción, hoy tan difundidas, y en la formación de las organizaciones criminales, desde los grupos pequeños a los de escala global. Minando la legalidad y la justicia, hieren el corazón de la dignidad de la persona. Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones religiosas. Pienso en el drama de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad. Juan XXIII escribió: "Una sociedad que se apoye sólo en la razón de la fuerza ha de calificarse de inhumana. En ella, efectivamente, los hombres se ven privados de su libertad, en vez de sentirse estimulados, por el contrario, al progreso de la vida y al propio perfeccionamiento". El hombre se puede convertir y cambiar de vida.
Me gustaría que esto fuese un mensaje de confianza para todos, aún para los que han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 18,23). En lo referente al delito y a la pena, pensemos en las condiciones inhumanas de muchas cárceles: a menudo el recluso queda reducido a un estado infrahumano y humillado en su dignidad humana, impedido de cualquier voluntad y expresión de redención. La Iglesia hace mucho en todos estos ámbitos, la mayor parte de las veces en silencio. Exhorto y animo a hacer cada vez más, con la esperanza de que dichas iniciativas, llevadas a cabo por muchos hombres y mujeres audaces, sean cada vez más apoyadas leal y honestamente también por los poderes civiles.
Continuará...

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