EVANGELIO: Mt 5, 38-48
"En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Han oído que se dijo: 'Ojo por ojo,
diente por diente'. Yo, en cambio, les digo: No hagan frente al que los
agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la
otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la
capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te
pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Han oído que se dijo: 'Amarás
a tu prójimo'. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y recen por los
que los persiguen. Así serán hijos del Padre que está en el Cielo, que hace
salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque si aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán? ¿No hacen lo mismo
también los publicanos? Y, si saluda sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sean
perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
2. ¿CUÁL
ES LA DIFERENCIA ENTRE
VENGANZA Y PERDÓN? ¿POR QUÉ?
3. ¿POR
QUÉ EL AMOR, SEGÚN JESÚS, LLEVA A PERDONAR INCLUSIVE AL ENEMIGO? COMÉNTALO.
"LA FRATERNIDAD ,
FUNDAMENTO Y CAMINO PARA LA PAZ "
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 2014 - Vaticano, 12 Diciembre 2013 10:39 a.m. -
ACI
8. LA CORRUPCIÓN Y EL CRIMEN ORGANIZADO SE OPONEN A LA FRATERNIDAD
La
fraternidad
prevé el
desarrollo integral de todo hombre y mujer. Las justas ambiciones de
una persona, sobre todo si es joven, no se pueden frustrar y ultrajar. Sin
embargo, no podemos confundir la ambición con la prevaricación. Al contrario, debemos competir
en la estima mutua (Rm 12,10). También en las disputas, que
constituyen un aspecto ineludible, es necesario recordar que somos hermanos y,
por eso, educar y educarse en no considerar al prójimo un enemigo o un
adversario al que eliminar. La fraternidad genera paz social, porque crea un equilibrio
entre libertad y justicia, entre responsabilidad personal y
solidaridad, entre el bien de los individuos y el bien común. Y una comunidad
política debe favorecer todo esto con transparencia y responsabilidad. Los
ciudadanos deben sentirse representados por los poderes públicos sin menoscabo
de su libertad. En cambio, a menudo, entre ciudadano e instituciones, se
infiltran intereses que deforman su relación, propiciando la creación de
conflictos. Un
auténtico espíritu de fraternidad vence el egoísmo que impide a las personas
vivir en libertad y armonía entre sí. Ese egoísmo se desarrolla socialmente
en las múltiples
formas de corrupción, hoy tan difundidas, y en la formación de las
organizaciones criminales, desde los grupos pequeños a los de escala
global. Minando la legalidad y la justicia, hieren el corazón de la dignidad de
la persona. Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los
hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones
religiosas. Pienso
en el drama de la droga, con la que algunos se lucran despreciando
las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación,
en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo
ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume
rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales,
exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución
que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes,
robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y
abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su
horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de
los emigrantes
con los que se especula indignamente en la ilegalidad. Juan XXIII escribió: "Una sociedad que
se apoye sólo en la razón de la fuerza ha de calificarse de inhumana.
En ella, efectivamente, los hombres se ven privados de su libertad, en vez de
sentirse estimulados, por el contrario, al progreso de la vida y al propio
perfeccionamiento". El hombre se puede convertir y cambiar de vida.
Me
gustaría que esto fuese un mensaje de confianza para todos, aún para los que
han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta
y viva (Ez 18,23). En lo referente al delito y a la pena, pensemos en
las condiciones inhumanas de muchas cárceles: a menudo el recluso queda
reducido a un estado infrahumano y humillado en su dignidad humana, impedido de
cualquier voluntad y expresión de redención. La Iglesia hace mucho en
todos estos ámbitos, la mayor parte de las veces en silencio. Exhorto y animo a
hacer cada vez más, con la esperanza de que dichas iniciativas, llevadas a cabo
por muchos hombres y mujeres audaces, sean cada vez más apoyadas leal y
honestamente también por los poderes civiles.
Continuará...
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