Fundado: 24-04-1904 Lima, 23-02-2014 / Año 110 - Nº 5707 - 4000 ejemplares

¡EL QUE ME LA HACE... ME LAPAGA!
Con frecuencia escuchamos esta expresión demostrando que todavía estamos en la ley antigua del TALIÓN. A propósito, "Talión" viene del latín "Talis". Significa "Tal cual". Era una ley penal consistente en el derecho de aplicar un castigo semejante al recibido, o recibir un castigo semejante a la falta cometida. Comúnmente se le conoce en el Antiguo Testamento, como: "Ojo por ojo, diente por diente" (Ex 21,23-25; Lv 24,19-29; Dt 19,21). Esta ley en Israel poco a poco fue perdiendo fuerza, hasta llegar a entenderla como la exigencia de una compensación proporcionada. La aplicación de manera estricta se llevaba a cabo solamente en el caso de homicidio (Nm 35,31.34). Traducida a nuestros días se trata de la consabida "venganza", tan difundida entre nosotros.
¿Cómo la definiríamos? Una acción o deseo de responder con una ofensa, dolor o castigo a quien ha cometido una ofensa o causado un perjuicio. Es una actitud contraria al perdón y al amor al prójimo, que es la esencia del Evangelio. Por eso la venganza es contraria el mensaje del Nuevo Testamento. Se encuentra con frecuencia en la moral del Antiguo Testamento que reclama el exterminio de los enemigos y aplica la ley del talión como hemos dicho arriba. Incluso en los textos antiguos se atribuye claramente a Dios la venganza (Dt 32,35; Jr 11,20; Gn 4,10; Jb 16,19; Mc 8,3). Especial referencia hay a la "venganza de sangre", que era actitud típica de los pueblos orientales y que sigue vigente en las culturas árabes e islámicas. Esa venganza exige la pena del ofensor en el mismo grado o mayor que la ofensa causada, sea la muerte, la mutilación o el castigo físico. Los textos bíblicos sobre la venganza de sangre son abundantes, desde Caín (Gn 4,10) hasta los anuncios proféticos (2S 1,16), pasando por las acciones del pueblo contra sus enemigos: Jc 8,18-21; 2R 14,5; 1M 9,38-42.
La venganza fue claramente repudiada por el Nuevo Testamento, en expresiones claras y directas de Jesús: Mt 5,38-42; Lc 18,7-9. Es contraria a la ley del amor (Rm 12,19-20) y se opone al mensaje del perdón. Y aunque sigue latiendo en los textos evangélicos, sólo se deja entrever como referida escatológicamente a la justicia final del Dios, Señor de la Historia: Ap 6,10 y 16,6. La educación del cristiano supone el cultivo de sentimientos de generoso perdón y de bondad. Las fronteras entre la justicia y el olvido de la ofensa no siempre son claras, sobre todo en clave de impulsos naturales del corazón humano. Pero el mensaje evangélico es nítido respecto al deber del perdón y del amor, incluso a los enemigos.

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