¡EL QUE ME LA HACE.. . ME LAPAGA!
Con
frecuencia escuchamos esta expresión demostrando que todavía estamos en la ley
antigua del TALIÓN. A propósito, "Talión" viene del latín "Talis".
Significa
"Tal cual". Era una ley penal consistente en el derecho de
aplicar un castigo semejante al recibido, o recibir un castigo semejante a la
falta cometida. Comúnmente se le conoce en el Antiguo Testamento, como:
"Ojo por ojo, diente por diente" (Ex 21,23-25; Lv 24,19-29; Dt
19,21). Esta ley en Israel poco a poco fue perdiendo fuerza, hasta llegar a
entenderla como la exigencia de una compensación proporcionada. La aplicación
de manera estricta se llevaba a cabo solamente en el caso de homicidio (Nm
35,31.34). Traducida a nuestros días se trata de la consabida "venganza", tan
difundida entre nosotros.
¿Cómo la definiríamos? Una acción o
deseo de responder con una ofensa, dolor o castigo a quien ha cometido una
ofensa o causado un perjuicio. Es una actitud contraria al perdón y al amor al
prójimo, que es la esencia del Evangelio. Por eso la venganza es contraria el
mensaje del Nuevo Testamento. Se encuentra con frecuencia en la moral del Antiguo Testamento
que reclama el
exterminio de los enemigos y aplica la ley del talión como hemos
dicho arriba. Incluso en los textos antiguos se atribuye claramente a Dios la
venganza (Dt 32,35; Jr 11,20; Gn 4,10; Jb 16,19; Mc 8,3). Especial referencia hay a la "venganza de
sangre", que era actitud típica de los pueblos orientales y que sigue vigente en las
culturas árabes e islámicas. Esa venganza exige la pena del ofensor
en el mismo grado o mayor que la ofensa causada, sea la muerte, la mutilación o
el castigo físico. Los textos bíblicos sobre la venganza de sangre son
abundantes, desde Caín (Gn 4,10) hasta los anuncios proféticos (2S 1,16), pasando
por las acciones del pueblo contra sus enemigos: Jc 8,18-21; 2R 14,5; 1M
9,38-42.
La
venganza fue claramente repudiada por el Nuevo Testamento, en
expresiones claras y directas de Jesús: Mt 5,38-42; Lc 18,7-9. Es contraria a la
ley del amor (Rm 12,19-20) y se opone al mensaje del perdón. Y aunque sigue
latiendo en los textos evangélicos, sólo se deja entrever como referida escatológicamente
a la justicia final del Dios, Señor de la Historia : Ap 6,10 y 16,6. La educación del
cristiano supone el cultivo de sentimientos de generoso perdón y de bondad. Las
fronteras entre la justicia y el olvido de la ofensa no siempre son claras,
sobre todo en clave de impulsos naturales del corazón humano. Pero el mensaje
evangélico es nítido respecto al deber del perdón y del amor, incluso a los
enemigos.
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