Lima, 24-05-2014 / Año 110 - Edición extraordinaria

PAPA FRANCISCO:
¿Cómo es la fe de María?
Vaticano, 12 Octubre 2013 - 11:43 a.m. - ACI
El primer elemento: La fe de María desata el nudo del pecado.
San Ireneo dice: "El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe". El "nudo" de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad. Cuando no escuchamos a Dios, no seguimos su voluntad, mostramos falta de confianza en él -y esto es pecado-, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Nos quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden convertirse en una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de deshacer. Pero para la misericordia de Dios nada es imposible. Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su "sí" ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre.
Segundo elemento: La de fe de María DA CARNE HUMANA a Jesús.
Dice el Concilio: "Por su fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo". En esto, los Padres de la Iglesia han insistido mucho: María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido mediante el ángel. Dios no ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, de su "sí". Eso nos sucede a nosotros espiritualmente cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica. Es como sí Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su Palabra. Creer en Jesús SIGNIFICA: ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María, para que él pueda seguir habitando en medio de los hombres; ofrecerle nuestras manos para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies para salir al encuentro de los hermanos; nuestros brazos para sostener a quien es débil y para trabajar en la viña del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos a la luz del Evangelio; y, nuestro corazón para amar y tomar decisiones según la voluntad de Dios. Todo esto acontece gracias a la acción del Espíritu Santo.
Tercer elemento, es la fe de María como camino.
El Concilio dice: María "avanzó en la peregrinación de la fe". Ella nos precede en esta peregrinación, nos acompaña y nos sostiene. Toda su vida fue un seguir a su Hijo: él es la vía, él es el camino. Progresar en la fe, avanzar en esta peregrinación espiritual que es la fe, no es sino seguir a Jesús; escucharlo y dejarse guiar por sus palabras; ver cómo se comporta él y poner nuestros pies en sus huellas, tener sus mismos sentimientos y actitudes: humildad, misericordia, cercanía, pero también un firme rechazo de la hipocresía, de la doblez, de la idolatría. La vía de Jesús es la del amor fiel hasta el final, hasta el sacrificio de la vida; es la vía de la cruz. Por eso, el camino de la fe pasa por la cruz, y María lo entendió desde el principio, cuando Herodes quiso matar a Jesús recién nacido. Pero después, esta cruz se hizo más pesada, cuando Jesús fue rechazado: la fe de María afrontó entonces la incomprensión y el desprecio; y cuando Ilegó la «hora» de Jesús la hora de la Pasión: la fe de María fue la lamparilla encendida en la noche.
María veló durante la noche del sábado santo. Su llama, pequeña pero clara, estuvo encendida hasta el alba de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe, la fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo. Este es el punto culminante del camino de la fe de María y de toda la Iglesia.

No hay comentarios: