PAPA FRANCISCO:
¿Cómo es la fe de María?
Vaticano, 12 Octubre 2013
- 11:43 a.m. - ACI
El primer elemento: La fe de María desata el nudo del pecado.
El primer elemento: La fe de María desata el nudo del pecado.
San
Ireneo dice: "El
nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la
virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe".
El "nudo" de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad. Cuando
no escuchamos a Dios, no seguimos su voluntad, mostramos falta de confianza en
él -y esto es pecado-, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Nos
quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden
convertirse en una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de
deshacer. Pero para la misericordia de Dios nada es imposible. Hasta los nudos
más enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su
"sí" ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua
desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para
que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre.
Segundo
elemento: La de fe
de María DA CARNE HUMANA a Jesús.
Dice
el Concilio: "Por
su fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, sin conocer varón,
cubierta con la sombra del Espíritu Santo". En esto, los Padres
de la Iglesia
han insistido mucho: María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la
carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido mediante el
ángel. Dios no
ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido
pasar a través del libre consentimiento de María, de su "sí". Eso nos
sucede a nosotros espiritualmente cuando acogemos la Palabra de Dios con
corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica. Es como sí Dios adquiriera carne en nosotros.
Él viene a habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y
cumplen su Palabra. Creer en Jesús SIGNIFICA: ofrecerle nuestra carne, con la
humildad y el valor de María, para que él pueda seguir habitando en medio de
los hombres; ofrecerle
nuestras manos para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies
para salir al encuentro de los hermanos; nuestros brazos para sostener a quien es débil
y para trabajar en la viña del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos a
la luz del Evangelio; y, nuestro corazón para amar y tomar decisiones
según la voluntad de Dios. Todo esto acontece gracias a la acción del Espíritu
Santo.
Tercer
elemento,
es la fe de
María como camino.
El
Concilio dice: María "avanzó en la peregrinación de la fe".
Ella nos precede en esta peregrinación, nos acompaña y nos sostiene. Toda su vida fue
un seguir a su Hijo: él es la vía, él es el camino. Progresar en la
fe, avanzar en esta peregrinación espiritual que es la fe, no es sino seguir a
Jesús; escucharlo y dejarse guiar por sus palabras; ver cómo se comporta él y
poner nuestros pies en sus huellas, tener sus mismos sentimientos y actitudes:
humildad, misericordia, cercanía, pero también un firme rechazo de la
hipocresía, de la doblez, de la idolatría. La vía de Jesús es la del amor fiel
hasta el final, hasta el sacrificio de la vida; es la vía de la cruz. Por eso,
el camino de
la fe pasa por la cruz, y María lo entendió desde el principio, cuando Herodes
quiso matar a Jesús recién nacido. Pero después, esta cruz se hizo
más pesada, cuando
Jesús fue rechazado: la fe de María afrontó entonces la
incomprensión y el desprecio; y cuando Ilegó la «hora» de Jesús la hora de la Pasión : la fe de María fue
la lamparilla encendida en la noche.
María veló durante la noche del sábado santo. Su
llama, pequeña pero clara, estuvo encendida hasta el alba de la Resurrección ;
y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó
henchido de la alegría de la fe, la fe cristiana en la muerte y resurrección de
Jesucristo. Este es el punto culminante del camino de la fe de María
y de toda la Iglesia.
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