Hoy celebramos el
Domingo de la Divina
Misericordia. San Pedro nos ayuda a mantenernos en espíritu
gozoso y en la alegría propia de la Pascua. Por la Resurrección de
Jesucristo se aviva la esperanza de una herencia incorruptible, de un don que
no acabará.
PRIMERA LECTURA: Hch 2,
42-47
Se nos trasmite
la vida de la primitiva comunidad en comunión, solidaridad, atenta a la escucha
y a la enseñanza de los Apóstoles.
"Los
hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en
compartir lo que tenían, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el
mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles
hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en
común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad
de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del
pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón;
alababan a Dios y se ganaban el aprecio de todo el pueblo. Por su parte el
Señor agregaba cada día al grupo de los creyentes aquellos que aceptaban la
salvación".
SEGUNDA
LECTURA: 1P 1, 3-9
Pedro nos anima a aceptar el desafío de la fe que nos confronta con
el mundo, pero exige de nosotros un amor profundo y renovado por Jesús.
"Bendito sea Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la Resurrección de
Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza
viva, para una herencia incorruptible, pura, perenne, reservada en el Cielo
para ustedes, a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la
salvación, dispuesta a ser revelada en el momento final. Alégrense por ello,
aunque de momento, tengan que sufrir un poco en pruebas diversas: así, la
autenticidad de su fe -más valiosa que el oro, el cual es perecedero a pesar de
haber sido purificado en el fuego- llegará a ser alabanza, gloria y honor
cuando se manifieste Jesucristo. Ustedes no han visto a Jesucristo y lo aman,
sin verlo creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y radiante: así,
recibirán la salvación que es la meta de su fe".
Eclo 5, 14:
"No te metas en las reuniones de los que gobiernan, ni repitas las
palabras cuando ores"
- ¡Oye Marcelino! ¿Qué llevas DEBAJO DE TU AXILA?
- Es un zorrillo
- ¿Y el OLOR?
- Pues... ¡QUE SE LO AGUANTE!
Ja, ja, ja...
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