Lima, 27-07-2014 / Año 110 - Nº 5729

El reino de los cielos se parece a un tesoro, a una perla de gran valor ¿Qué hace el que la encuentra? Vende todo lo que tiene y la compra. El reino de Dios, la vida eterna no se "toca con las manos", no "se pesa en una balanza". Necesitamos un corazón sabio y prudente para discernir entre el bien y el mal; para reconocer que el verdadero tesoro, y la perla de gran valor es Dios mismo.
PRIMERA LECTURA: 1R 3, 5.7-12.
Salomón es el prototipo del hombre piadoso que, delante de muchas opciones, sólo escoge la sabiduría como don fundamental para la vida.
"En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: -"Pídeme lo que quieras". Respondió Salomón: -Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo. Un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso? A Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: -"Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te concederé lo que me has pedido: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti".
SEGUNDA LECTURA: Rm 8, 28-30.
La visión del cristiano le permite ser una persona positiva, pues, todo tiene sentido en Cristo, convirtiéndose en la clave de este "nuevo modo de vida".
"Hermanos: Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó, los justificó, a los que justifico, los glorificó".

Eclo 7, 26: "Si tienes esposa, quiérela, pero sino la quieres, no confíes en ella"

Amigo, me recetaron una medicina estupenda PARA LA MEMORIA, la última palabra. 
- Y ¿cómo se llama?
- Esteee... Caray, NO ME ACUERDO.

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