Lima, 12-10-2008 / Año 104 - Nº 5426

LA CONCEPCION PAULINA DEL APOSTOLADO
Benedicto XVI
San Pablo tenía un concepto de apostolado. En sus cartas aparecen tres características principales que constituyen al apóstol. La primera es "haber visto al Señor" (cf 1 Co 9,1), es decir haber tenido con Él un encuentro decisivo para la propia vida. Es el Señor el que constituye a uno en apóstol, no la propia presunción. El apóstol no se hace a sí mismo; es el señor quien lo hace. La segunda característica es "haber sido enviado" es decir embajador y portador de un mensaje. Debe actuar como encargado y representante de quien lo ha mandado. Por eso san Pablo se define "apóstol de Jesucristo" (1 Co 1,1; 2 Co 1,1). El tercer requisito es el ejercido del "anuncio del Evangelio" con la consiguiente fundación de Iglesias. Por tanto, el título de "apóstol" no es y no puede ser honorífico; compromete concreta y dramáticamente toda la existencia de la persona que lo lleva.
TODOS BRILLAN
¡En la noche, contemplando el cielo, percibes que unas estrellas brillan más que otras!, y son esas diferencias en el brillo, sumadas unas a otras, que vuelven las noches más claras y el cielo más bonito. En la belleza de cada mañana, comienzo de una nueva jornada, coloca en las manos de Dios tu deseo de juntar tu brillo -aunque pequeño- al brillo de otras personas, ¡para que el mundo esté más claro, más iluminado!
ALEGRIA: SINCERA Y TRANSPARENTE
Puede ser, para muchos de los que conviven con nosotros, la mayor prueba de la existencia de Dios y de que Cristo ha instaurado en la tierra el reino de la alegría. En este sentido nos interpela profundamente la frase de Nietzsche: "Más alegres tenían que parecerme los cristianos para hacerme creer en su Salvador". Sólo cuando somos personas alegres es cuando damos a entender que en nuestra vida hemos encontrado ALGUIEN (Dios, Jesús o un amigo) tan realizador de nuestra existencia que nos permite estar alegres y felices en medio de una sociedad con angustia existencial.

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