Lima, 26-10-2008 / Año 104 - Nº 5428

LA UNION INDISOLUBLE ENTRE SAGRADA ESCRITURA Y TRADICION
Cardenal William J. Levada
La Palabra de Dios, al estar destinada a todos los creyentes, requiere especial veneración y obediencia, para que sea recibida como una urgente llamada a la plena comunión entre los fieles en Cristo. Como nos recuerda la constitución dogmática Dei Verbum, existe una unidad inseparable entre la Sagrada Escritura y la Tradición, ya que ambas proceden de una misma fuente: "La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin. La Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación. Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción (D.V. 9)

AMARSE, A SI MISMO
Quien no se ama, no es capaz de amar a nadie, ni siquiera al mismo Dios, que dio de regalo a cada ser humano el indescriptible don del amor. ¡Amarte a ti mismo, con todas las fuerzas de tu corazón! No se trata de un amor narcisista, egocéntrico, sino de un amor de donación, propio de aquellos que se aman y, por eso, transpiran amor. El amor a ti mismo es el primer paso para que irradies amor y hagas que otras personas, sintiendo tu modo de ser, aprendan también a gustarse a sí mismas.


LA ALEGRIA ¿ES UN DEBER?
Se lee en Proverbios: "Un corazón alegre mejora la salud, un espíritu triste seca los huesos" (Pr 17,22) Nacerá en cada uno de nosotros la alegría si nos apartamos de los ídolos que nos quieren seducir y que a veces nos arrastran el dios: dinero, droga, sexo, consumismo, publicidad y moda, el dios "todo da igual". Brotará de ti la sana alegría si no entregas al aburrimiento, la desocupación, al indiferentismo, al odio, la violencia, al vivir como si Dios no existiera, a la corrupción del corazón. Serás alegre si te instalas en los valores, en la cultura de la vida, en la fiesta y en la civilización del amor.

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