Lima, 18-01-2009 / Año 105 - Nº 5440

OREMOS POR UN MUNDO SIN GUERRAS
Benedicto XVI
Muchos dicen que los muchachos son caprichosos que no se contentan con nada. Sin embargo hay muchachos que dicen a Jesús: tú me bastas. Esto significa: tú eres nuestro amigo más querido, que nos hace compañía cuando vamos a la escuela, estamos en casa con nuestros padres, abuelos, hermanos más pequeños, y cuando salimos con los amigos. Tú nos abres los ojos para que nos demos cuenta de nuestros compañeros tristes y de los numerosos niños del mundo que sufren hambre, enfermedad y guerra. Tú nos das la alegría verdadera, la alegría que no acaba, sino que penetra en nuestra alma y nos hace buenos. Mis queridos muchachos, vosotros podéis pedir al Señor que cambie el corazón de los fabricantes de armas, que haga recapacitar a los terroristas, que convierta el corazón de quienes piensan siempre en la guerra y que ayude a la humanidad a construir un futuro mejor para todos los muchachos del mundo. Estoy seguro de que también vais a orar por mí, ayudándome así en la misión, nada fácil, que el Señor me ha encomendado.
SINTESIS DE LA VIDA
Aunque todo salga mal... Aunque nada suceda conforme a lo que planeaste, cada día vivido es una bendición de Dios. No te amedrentes ante los desafíos que se presentan en tu vida sin avisar. Vive cada momento con, intensidad, sea de alegría, o de lágrimas, buscando solamente aquello que te haga sentirte bien, más pleno, más completo por dentro. Sé un mensajero de la fe, de la esperanza y del amor. La fe es el ancla que no deja que tu barco se pierda en los vendavales y las tempestades. Esa esperanza, tu certeza interior de días mejores y soleados. Es el amor, síntesis de la vida; divina pasión que te impulsa hacia delante y hacia lo alto. El amor todo lo cree, todo lo espera (cf.1 Co 13, 7). El amor todo lo puede. El amor todo lo supera.
TENEMOS HAMBRE DE ALEGRIA
De júbilo, de felicidad. Es lo que está en el fondo de todos nuestros deseos, porque Dios nos ha hecho para la felicidad. El dolor es inevitable, pero pasa. Al final será la dicha. Le pedimos al Señor el júbilo de cada día. Necesitamos pedírselo al Padre, porque la verdadera alegría no es un producto que nosotros podamos fabricar o que se pueda adquirir en los grandes almacenes. Hablamos de la alegría verdadera, no es la "bamba" y barata. La primera es como una diosa inasequible, la segunda es una muñequita que manoseamos. Ésta es poseída por nosotros, la otra nos posee. La verdadera alegría es permanente e inalterable, la falsa y barata es pasajera. Tampoco podemos confundir la alegría con el placer, la diversión, el entretenimiento, la risa. Todas estas cosas están a nuestro alcance: no hace falta pedirlas. También son buenas, en una medida equilibrada; son incluso necesarias, pero se encuentran dentro de las posibilidades humanas. La alegría que deseamos y pedimos es pacificadora, humilde misericordiosa. No está reñida con el dolor ni con las lágrimas.

No hay comentarios: