Lima, 08-03-2009 / Año 105 - Nº 5447

EL SANTO PADRE A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA ORDINARIA DE LA ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA
Desde que, a mediados del siglo XIX, el abad agustino Gregor Mendel, descubrió las leyes de la herencia de los caracteres, esta ciencia ha dado pasos gigantescos en la comprensión del lenguaje que está en la base de la información biológica y que determina el desarrollo de un ser vivo... Es necesario reafirmar que el hombre siempre será más grande que todo lo que forma su cuerpo, pues posee la fuerza del pensamiento, que siempre tiende a la verdad sobre sí mismo y sobre el mundo. Se demuestran llenas de significado las palabras de un gran pensador que fue también un buen científico, Blas Pascal: "El hombre no es más que una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña pensante". Cada vez que aparece en el mundo una persona, se trata siempre de una nueva creación. Lo recuerdan con profunda sabiduría las palabras del Salmo: "Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. ( ... ) No desconocías mis huesos cuando, en lo oculto, me iba formando" (Sal 139, 13.15). Hay que reafirmar con fuerza que todo ser humano tiene igual dignidad por el hecho mismo de haber llegado a la vida. El desarrollo biológico, psíquico y cultural, o el estado de salud, no pueden convertirse nunca en un elemento de discriminación. Por el contrario, es preciso consolidar la cultura de la acogida y del amor, que testimonian concretamente la solidaridad con quien sufre. La confianza en la ciencia no puede hacer olvidar el primado de la ética cuando está en juego la vida humana.
VIVIR, ¿SOLO PARA CONSUMIR?
Muchos jóvenes piensas que la vida es para gozarla y está bien. Solamente que buscan ansiosamente todo tipo de diversiones y de placeres: "La vida pasa rápido; hay que gozarla mientras uno es jóven y tiene salud". Decían como los antiguos hedonistas: "Comamos y bebamos, que mañana moriremos". A este tipo de vida nos invita constantemente la sociedad consumista y alienante en que vivimos. Satisfacer nuestros deseos e instintos, pasar bien el rato, vivir el momento presente. Lo que importa es sentirse bien, lo que más cuenta es tener. La regla es: "Tanto tienes, tanto vales".
UN POCO DE HISTORIA
Todavía en vida de San Juan Bosco, el escritor Francés Carlos D'Espiney, escribía la vida del Santo. Es que ya era conocida la obra de Don Bosco en Europa y allende los mares. Muchas personas de América lo entrevistaban y le pedían que enviara a sus salesianos. También de Perú, en tiempos difíciles del 1880, se le solicitaba trabajadores para mucha juventud desorientada, después del conflicto del 79. Don Bosco prometió que su sucesor enviaría los primeros salesianos al Perú. Efectivamente, fue el sucesor, Miguel Rua, el ahora Beato, quien, firmando un convenio con la Beneficencia de Lima, envió a nuestra Patria el primer grupo de misioneros que estableció la Obra Salesiana en 1891 en el distrito del Rímac, fundando la Primera escuela de Artes y Oficios. De allí pasaron en 1897 a Breña, continuando con la misma escuela y construyendo la gran Basílica a María Auxiliadora, Madre y Maestra de todo salesiano. Luego, los religiosos salesianos se establecieron en varias ciudades de nuestra Patria.

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