Lima, 03-05-2009 / Año 105 - Nº 5455

MARIA EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
MARIA, EJEMPLO DE CARIDAD
Entre los Santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció «unos tres meses» (1,56) para atenderla durante el embarazo. «Magnificat anima mea Dominum», dice con ocasión de esta visita -«proclama mi alma la grandeza del Señor»- (Lc 1,46), y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor (cf. Lc 1,38.48). Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama. Lo intuimos en sus gestos silenciosos que nos narran los relatos evangélicos de la infancia. Lo vemos en la delicadeza con la que en Caná se percata de la necesidad en la que se encuentran los esposos, y lo hace presente a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta ser como olvidada en el período de la vida pública de Jesús, sabiendo que el Hijo tiene que fundar ahora una nueva familia y que la hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz, que será la verdadera hora de Jesús (cf. Jn 2,4;13,1). Entonces, cuando los discípulos hayan huido, ella permanecerá al pie de la cruz (cf. Jn 19,25-27); más tarde, en el momento de Pentecostés, serán ellos los que se agrupen en torno a ella en espera del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). María, la Virgen, la Madre, nos enseña qué es el amor y dónde tiene su origen, su fuerza siempre nueva.
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas est sobre el amor cristiano, 2008

6 DE MAYO - FIESTA DE SANTO DOMINGO SAVIO
Pascual Chávez, Rector Mayor de los Salesianos
A Domingo, Don Bosco lo encontró el 2 de octubre de 1854, en el pequeño patio frente a su casa de los Becchi. Quedó admirado. "Descubrí en ese joven un alma enteramente según el espíritu del Señor, y no fue poco mi asombro al considerar las maravillas que la gracia de Dios había obrado en tan tierna edad" Franco y decidido, Domingo le dijo: "Yo soy la tela, usted sea el sastre... haga un hermoso traje para el Señor... " Veinte días más tarde Domingo estaba en el Oratorio e inició un veloz recorrido en el camino que Don Bosco le trazó hacía la santidad: alegría, empeño en la oración y el estudio, hacer el bien a los demás, devoción a María. El 8 de diciembre de ese 1854, mientras el Papa definía el dogma de la inmaculada, Domingo se consagró a ella leyendo algunos renglones que había escrito en un papel: "María, os entrego mi corazón. Haced que sea siempre vuestro. Jesús y María, sed siempre mis amigos, pero por piedad hacedme morir antes que me suceda la desgracia de cometer un solo pecado". La obra de arte la coronó el 8 de junio de 1856, cuando reunió a Rua, Cagliero, Cerruti, Bongioanni y a unos diez espléndidos jóvenes más, escogidos entre sus compañeros, y fundó con ellos la Compañía de la Inmaculada -el pequeño campo donde nacieron las primeras semillas de la floración salesiana-. Su programa y empeño: ser apóstoles entre los compañeros, acercarse a quienes se sentían solos, infundir alegría y serenidad. Nueve meses más tarde, mientras se encontraba en su casa para recobrar la salud, Domingo fue al encuentro del Señor. Era el 9 de marzo de 1857.
UN POCO DE HISTORIA
El Padre Riccardi le escribe al Rector Mayor, Padre Miguel Rua sobre algunos acontecimientos: «A pesar de mi viaje de casi dos meses, desde la Patagonia a Lima, para estar con mis Hermanos y las Hijas de María Auxiliadora. 80 leguas desde la Pampa hasta Buenos Aires... Luego hasta Iquique, conociendo todos los puertos del Perú y Chile. La mañana del 27 de Setiembre 1891 entrábamos en el grandísimo y hermosísimo puerto del Callao donde echábamos anclas a las 8 horas a.m. A las 9 horas a.m. vino a bordo el escritor Dr. Primitivo Sanmarti, Cooperador Salesiano, para recibirme. Dejando el barco, vine con él a esta hermosísima y católica ciudad de Santa Rosa a la que bajé a las 10 a.m. donde gocé de los atentos cuidados y fraternas atenciones del Padre Grisar y su comunidad de los PP. Redentoristas.

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