Lima, 17-10-2010 / Año 106 - Nº 5532

EL ARREPENTIMIENTO, MEDIDA DE LA FE
Benedicto XVI
Queridos amigos, ¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que a pesar de ser pecadores, Dios nos ama? El nunca se cansa de salir a nuestro encuentro, siempre es el primero en recorrer el camino que nos separa de Él. El libro del Éxodo nos muestra cómo Moisés, con confianza y súplica audaz, logró, por decirlo así, desplazar a Dios del trono del juicio al trono de la misericordia (cf 32, 7-11.13-14). El arrepentimiento es la medida de la fe; y gracias a él se vuelve a la Verdad. Escribe el apóstol san Pablo: "Encontré misericordia porque obré por ignorancia en mi infidelidad" (1 Tm 1,13). En la parábola del hijo que regresa "a casa", notamos que cuando aparece el hijo mayor indignado por la acogida festiva dada por su hermano, de nuevo es el padre quien sale a su encuentro y sale para suplicarle: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo" (Lc 15,21). Sólo la fe puede transformar el egoísmo en alegría y restablecer relaciones justas con el prójimo y con Dios
EN LAS ONDAS DE LA TERNURA
¡Nunca dejes escapar de tus manos, entre los dedos, las oportunidades de ser un instrumento de paz y ternura! ¡Un instrumento de amor! Confía en la fuerza de la acogida, debes estar siempre preparado para acoger y servir a quien quiera que sea, bajo el signo del perdón y de la misericordia. No juzgues a nadie. No te compete juzgar. No condenes. No te corresponde condenar. Evita palabras y actitudes que ciertamente perjudicarán y herirán a las personas. Sumérgete en el fondo de las olas de la ternura y de la hospitalidad. ¡Tienes sólo la de ganar! Por otro lado, cuando le ayudas a alguien a levantarse, a reencontrarse con la vida, a sentirse persona de nuevo, tú creces al mismo tiempo que él, pues Dios te extiende la mano, en un gesto de agradecimiento.
SONREIR NO ES ENSEÑAR LOS DIENTES
En una oficina leí un letrero con la inscripción siguiente: "Sonreír no es enseñar los dientes. Sonreír es mostrar el alma". Hay quien sonríe comercialmente, para ganar dinero. Un proverbio chino dice: "Quien no sepa sonreír, que no abra una tienda" Hay quien sonríe por amor, con una sonrisa amplia, generosa, benevolente, gratificante para quien la recibe también, para quien la da. Para el cristiano, discípulo-misionero de Jesucristo: su necesidad debe ser la paz, su personalidad, la alegría espiritual, su obligación, dar y darse a los demás. Una manera, aunque parezca insignificante, de dar y darse a los demás, de mostrar el alma, puede ser a través de una sonrisa

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