LOS FUTUROS SANTOS DEL SIGLO XXI
Benedicto XVI
Queridos jóvenes: Espero que, entre quienes me escucháis, estén algunos de los futuros santos del siglo XXI. Lo que más desea Dios de cada uno de vosotros es que seáis santos. El os ama mucho más de los jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad. Quizás algunos de vosotros nunca antes hayan pensado en esto. Dejad que me explique. Cuando somos jóvenes, solemos pensar en personas a las que respetamos, admiramos y como las que nos gustaría ser. Puede tratarse de alguien que encontramos en nuestra vida diaria y a quien tememos en gran estima; o puede que sea alguien famoso. Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a tomar como modelos a las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustaría para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad? Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conformeis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada, ignorando las demás. Tener dinero permite ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no nos llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Podrá darnos fama, pero no nos hará felices. La felicidad es algo que todos queremos, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La solución es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios: no en el dinero, en la carrera, en el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo Él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tristes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad.
PRESENTE
Acabo de despertar y saludo con alegría este nuevo amanecer. El mejor de todos los días del calendario de mi vida. Hoy haré que triunfe la verdad por encima de todas las mentiras que pude haber por dicho por error, y lo gritaré a los cuatro vientos. Tan fuerte que me oirá el hombre del mañana. Hoy pondré todo mi esfuerzo en edificar los cimientos de una vida mejor para mis hermanos, mi familia, el mundo entero... y para mí mismo. Sé que Dios es bueno y no me creó para hacerme daño.
Benedicto XVI
Queridos jóvenes: Espero que, entre quienes me escucháis, estén algunos de los futuros santos del siglo XXI. Lo que más desea Dios de cada uno de vosotros es que seáis santos. El os ama mucho más de los jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad. Quizás algunos de vosotros nunca antes hayan pensado en esto. Dejad que me explique. Cuando somos jóvenes, solemos pensar en personas a las que respetamos, admiramos y como las que nos gustaría ser. Puede tratarse de alguien que encontramos en nuestra vida diaria y a quien tememos en gran estima; o puede que sea alguien famoso. Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a tomar como modelos a las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustaría para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad? Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conformeis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada, ignorando las demás. Tener dinero permite ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no nos llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Podrá darnos fama, pero no nos hará felices. La felicidad es algo que todos queremos, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La solución es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios: no en el dinero, en la carrera, en el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo Él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tristes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad.
PRESENTE
Acabo de despertar y saludo con alegría este nuevo amanecer. El mejor de todos los días del calendario de mi vida. Hoy haré que triunfe la verdad por encima de todas las mentiras que pude haber por dicho por error, y lo gritaré a los cuatro vientos. Tan fuerte que me oirá el hombre del mañana. Hoy pondré todo mi esfuerzo en edificar los cimientos de una vida mejor para mis hermanos, mi familia, el mundo entero... y para mí mismo. Sé que Dios es bueno y no me creó para hacerme daño.
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