Lima, 10-06-2012 / Año 108 - Nº 5618

SANTÍSIMO CUERPO DE JESÚS
Su solemne celebración es símbolo de la entrega de Jesús que calma el hambre y la sed de la justicia y solidaridad de nuestro pueblo. Es el día de la caridad en el que recordamos el amor de Cristo, presente en el pan partido y en la copa rebosante, "un amor hasta el extremo".
PRIMERA LECTURA: Ex 24, 3-8
El Éxodo nos trasmite una celebración-memorial en el que se renueva la Alianza con Dios y se ofrece un sacrificio en el que la sangre es el símbolo de la fidelidad del pueblo para su Dios.
"En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandamientos; y el pueblo contestó a una voz: «Haremos todo lo que dice el Señor». Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce piedras conmemorativas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Obedeceremos y haremos todo lo que mande el Señor». Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes, según las disposiciones dadas»".
SALMO 115
Respondemos: "Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste"
SEGUNDA LECTURA: Hb 9, 11-15
La sangre de Cristo, nuestro sacerdote, purifica, salva y nos dispone a realizar el verdadero culto agradable a Dios en medio de nuestro mundo.
"Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los definitivos. Su santuario es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos, ni de becerro, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu Eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la herencia eterna que ha sido prometida".
ALELUYA, ALELUYA:
"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo -dice el Señor-; el que coma de este pan vivirá para siempre"
EVANGELIO: Mc 14, 12-16.22-26
Marcos nos narra el acontecimiento de la Última Cena, profecía y cumplimiento, en la cual se ofrece con su Cuerpo y Sangre, para salvación del mundo y propuesta a ser realizada por nosotros en nuestro diario vivir.
"El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: «El maestro pregunta: « ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?». Él les mostrará en el piso de arriba una sala grande y bien alfombrada. Prepárennos allí la cena». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar los salmos, salieron para el monte de los Olivos".
PILDORITA SALUDABLE
Ecl 3, 30: "El agua apaga el fuego que arde, y el dar limosnas consigue el perdón de los pecados"

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