NATIVIDAD EL
SEÑOR
MARTES
25
No hay Navidad cristiana sin Jesús. No habrá
Navidad si no avivamos el fuego de la caridad con el prójimo necesitado, con el
que Cristo se identifica. Empecemos por casa, perdonándose los esposos, los
hermanos, los familiares, los amigos, los vecinos, etc.
PRIMERA LECTURA: Is 52, 7-10
Se nos sumerge en la experiencia de fe de un pueblo que recibe al Mesías
que viene, que lo fortalece en su identidad y en su destino. Por ello, lo anunciamos
al mundo.
"¡Qué hermosos son sobre los montes los
pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva , que
pregona la victoria, que dice a Sión: «Tú Dios es rey»! Escucha: «Tus
centinelas alzan la voz, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que
vuelve a Sión. Estallen en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, que el Señor
consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo,
rescata a Jerusalén; el Señor manifiesta su poder a la vista de todas las
naciones, y toda la tierra contemplará la victoria de nuestro Dios»".
SEGUNDA LECTURA: Hb 1, 1-6
Dios nos habla a través de los tiempos valiéndose de los profetas,
pero al llegar Jesús se comunica a través de su Hijo, su perfecta semejanza.
"En distintas ocasiones y de muchas
maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas.
Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo, al que ha
nombrado heredero de todo, y por medio del cual hizo el universo. Él es resplandor
de la gloria del Padre e imagen perfecta de su ser. Él sostiene el universo con
su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está
sentado a la derecha de su majestad en las alturas; y ha venido a ser tanto
mayor que los ángeles, cuanto más excelente es el título que ha heredado. Pues,
¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado", o,
"Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo?" Y, en otro
pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles
de Dios»".
EVANGELIO: Jn 1, 1-18
Juan inicia su Evangelio indicando el nacimiento de Jesús como la presencia
de Dios entre los hombres. Esta presencia es incomparablemente real y tangible
a través suyo.
"En el principio ya existía la Palabra , y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra
era Dios. La Palabra
en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y
sin ella no se hizo nada de todo lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la
vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no
la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía
como testigo de la luz para que por él todos creyeran. No era él la luz, sino
testigo de la luz. La Palabra
era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo
estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su
casa y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les da poder
para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre,
ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo
único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita
diciendo: "Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mi es superior a
mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido
gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la
verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el
Hijo único que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer".
No desayuné, pensando en ti. No almorcé, pensando en ti.
No cené pensando en ti; y NO DORMÍ...
¡PORQUE... ME MORÍA DE HAMBREEEE!
Ja, ja,
ja...
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