NOCHE BUENA
LUNES 24,
8:00 P.M.
¡Alegres recibamos el nacimiento del Hijo de
Dios, el "Niño Manuelito", el "Dios con nosotros!". Afuera,
las tinieblas de una vida sin Cristo. Aquí, dentro, nuestra Basílica
resplandeciente y festiva, nos recuerda que CRISTO ES LA LUZ y que estará "DENTRO
DE NOSOTROS". ¡Que esta Noche nos done SU PAZ Y SU ALEGRÍA!
PRIMERA LECTURA: Is 9, 1-3.5-6
Isaías, 7 siglos antes, define maravillosamente al futuro Redentor:
LUZ, CONSEJERO, DIOS FUERTE, PADRE ETERNO, PRINCIPE DE LA PAZ.
"El pueblo que caminaba en tinieblas vio
una gran luz; a los que habitaban tierra de sombras, una luz brilló. Hiciste grande
la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al
cosechar, como se alegran al repartirse el botín. Porque como hiciste el día de
Madián, has roto el yugo que pesaba sobre ellos, la vara que castigaba sus espaldas,
el látigo del opresor que los hería. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se
nos ha dado: sobre sus hombros descansa el poder y su nombre es: "Consejero
admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz". Acrecentará su
soberanía, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino.
Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por
siempre. El amor ardiente del Señor lo realizará".
SEGUNDA LECTURA: Tit 2, 11-14
La mejor preparación para recibir a nuestro Salvador es una vida
sobria, honrada y religiosa, llena de buenas obras.
"La gracia de Dios, que trae la
salvación para todos los hombres se ha manifestado enseñándonos a renunciar a
la vida sin religión y a los deseos mundanos, y a llevar, ya desde ahora, una
vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la
aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó
por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo que fuese
suyo, dedicado a las buenas obras".
EVANGELIO: Lc 2, 1-14
Dios se sirve de la historia para sus designios. Así sucedió con el
Nacimiento de su Hijo, su Verbo Divino, en Belén, profetizado por Miqueas 5,1.,
700 años antes de Cristo.
"En aquel tiempo un decreto del
emperador Augusto ordenó un censo, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos
iban a inscribirse en su ciudad. También José, descendiente de David, subió
desde Nazaret, Galilea, a Belén, ciudad de David en Judea para inscribirse
juntamente con su esposa María, quien estaba encinta. Allí le llegó el tiempo
del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó
en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. A unos pastores que pasaban
la noche al aire libre, velando por turno su rebaño, se les presentó un Ángel
del Señor. La gloria del Señor los envolvió en su claridad y se llenaron de
gran temor. El Ángel les dijo: «No teman, les traigo una buena noticia, una
gran alegría para todo el pueblo: hoy, en Belén, les ha nacido un Salvador: el
Mesías, el Señor. Y aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre». De pronto, en torno al ángel, apareció una
multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios
en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor»".
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