¿Dónde está nuestro corazón? Jesús insiste en
que pongamos nuestro corazón en algo que no se desgaste: el desprendimiento, la
generosidad, el servicio. Porque allí donde tengamos nuestro tesoro, estará
también nuestro corazón.
PRIMERA
LECTURA: Sb 18, 6-9
Se exhorta al Pueblo de Dios a reconocer su llamado y elección para
valorizarlos, aun en medio de las dificultades.
"La noche de la liberación se les
anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con
certeza la promesa en que tenían puesta su esperanza. Tu pueblo esperaba ya la
salvación de los inocentes y la perdición de los enemigos, pues con una misma
acción castigabas a los adversarios y nos honrabas, llamándonos a ti. Los
santos hijos de los justos ofrecían sacrificios a escondidas y, de común
acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios
en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos
tradicionales".
SEGUNDA
LECTURA: Hb 11, 1-2.8-19
Es un himno de alabanza a los hombres y mujeres de fe que nos
desafían a seguir sus huellas con todas las consecuencias y a tomar la posta y
continuar sus testimonio.
"La fe es seguridad de lo que se espera,
y prueba de lo que no ve. Por su fe, son recordados nuestros antepasados. Por fe,
obedeció Abraham a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en
herencia. Salió sin saber adónde iba. Por fe, vivió como extranjero en la
tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de
la misma promesa, mientras esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos cuyo
arquitecto y constructor es Dios. Por fe, también Sara, a pesar de su avanzada edad,
recibió el poder de concebir, porque confió en quien se lo había prometido. Y
así, de un solo hombre, sin vigor ya para engendrar, nacieron hijos numerosos
como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con esa
fe murieron todos ellos, sin haber recibido lo prometido; pero viéndolo y
saludándolo de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es claro que los que así hablan están buscando
una patria; pues añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo
para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso, Dios
no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les había preparado una ciudad. Por
fe, Abraham, puesto a prueba, ofreció a Isaac, su hijo único, el destinatario de
la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abraham pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así,
recobró a Isaac como un símbolo y figura del futuro".
PILDORITA
SALUDABLE
Ecl 6,
15: "Un amigo fiel no tiene precio; su valor no se mide con dinero"
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